lunes, 12 de septiembre de 2011

"Los pasos que dí hasta matar a mi enemigo" (Capítulo III)

Aquí dejo el tercer capítulo del libro que estoy escribiendo y que llevo muy avanzado. Por el momento no subiré ningún capítulo más hasta que no lo termine y pueda moverlo por alguna editorial. Espero que os haya gustado el comienzo. Saludos.


"Los pasos que dí hasta matar
a mi enemigo"



Por Daniel E. Moncho


III. Cualquier excusa es buena…

Sin darme cuenta, lo que en un principio me hizo pensar que sólo sería algo esporádico se convirtió, de un día para otro, en lo que hacía mucho tiempo no había logrado tener…aunque por otro lado tampoco lo había estado buscando. Ella formaba parte de la mayoría de los pensamientos que a lo largo del día pasaban por mi cabeza hasta el punto en el que cualquier excusa, por mínima que fuera, parecía buena para volver a verla. Creo, o al menos eso sentía yo en esos días, que a ella le pasaba más o menos lo mismo que a mí.

Nuestras vidas se cruzaron…o más bien se chocaron como chocan dos personas que van con prisa por la calle a sus respectivos destinos. Bajé la guardia más de la cuenta, lo reconozco, pero hoy no me arrepiento de haberlo hecho aunque si lamento ciertos acontecimientos que precedieron a ese “estar bajo de defensas” y que nunca hubieran ocurrido de haberlo evitado en su debido momento.

Hoy pienso que quizá, el mayor error de todos fue que nunca nos dimos la oportunidad de conocernos de una forma real y profunda como personas que nunca han tenido sexo. El sexo era maravilloso con ella, de lo mejor que hasta el momento pudiera haber tenido, pero posiblemente era lo único que nos unía verdaderamente con fuerza, y descuidamos esas cosas inapreciables pero tan importantes y necesarias en las que se debe de basar, a mi juicio, la amistad. Una vez alguien dijo que la canción perfecta es la mezcla entre una buena melodía, una buena letra, una buena interpretación y un ‘algo’ que no se sabe lo que es pero que es necesario. Ese ‘algo’ es a lo que me refiero.

Solíamos quedar a tomar alguna cerveza en cualquier lugar cuyo nombre es lo de menos. La verdad es que no recuerdo cuál fue el primer sitio al que fuimos solos pero si creo recordar que de fondo había música rock. Nos mirábamos como si nos analizáramos. Nos costaba entablar conversaciones fluidas, supongo que porque a pesar de que ya nos habíamos acostado aún éramos dos completos desconocidos. Al principio todo suele ser más fácil precisamente por esa ignorancia sobre los asuntos y secretos de la otra persona que te empuja a querer saber más. Lo mejor de los comienzos aunque sepan a final, sea cual sea el sentimiento o la situación que te una a esa persona, es que la incertidumbre, el misterio y las expectativas que te vas creando poco a poco son tan potentes y seductoras que no puedes evitar indagar y querer ir dando más pasos. Es como una droga que te va atrapando.

Una de las primeras preguntas que me hizo y que me encantó fue aquella en la que me hizo pensar en cómo me veía cuando pasaran 5 años. Me preguntó cómo me imaginaba mi vida cuando pasara un tiempo. Hasta ese momento casi todo lo que había pensado a lo largo de mi vida había sido sobre cosas puntuales. Siempre imaginé la casa de mis sueños, o lo que tendría que tener la mujer que imaginaba a mi lado, o cosas por el estilo, pero nunca había diseñado mi vida en mi cabeza. Nunca había hecho planes a largo plazo. Obviamente muchas veces fantaseé con los lugares que me gustaría visitar o las cosas que desearía tener pero nada que no fuera, supongo, lo normal.


En esas fechas estaba perdido y seguramente, la falta de facilidades económicas, como a muchas otras personas, coartaba algunos de mis proyectos…siempre el puto dinero hace acto de presencia paradójicamente por su ausencia. Esa pregunta me hizo darme cuenta de que ella estaba interesada realmente en conocer más sobre mí. No es una pregunta que mucha gente suela hacer y creo que es una de esas preguntas que demuestran precisamente un latente interés y bastante inteligencia.

Yo al principio era un poco ‘cojonero’ de más. Jugaba a analizarla lanzando al aire afirmaciones que muchas de las veces intuía o descifraba de sus gestos y su forma de mirar, pero que otras tantas veces inventaba totalmente para ver sus reacciones. En realidad no era un juego, suelo hacer eso porque me ayuda a ver como responden las personas ante ciertas impertinencias y me da muy buenos resultados, pero repito, nunca fue un juego para mí. Me metía con ella porque fumaba mucho y eso es algo que no me gusta. En realidad para mí que no soy fumador, cualquier cantidad, por pequeña que sea, me parece grande, y si…la machacaba un poco. La verdad es que desde el principio conecté sentimentalmente con ella. Algo me atraía como si de una fuerza magnética imperceptible se tratara. Se desarrolló en mi un sentimiento de protección que nunca había tenido con nadie, no sé si por su situación personal y familiar, no sé si por algunas situaciones que ya había compartido conmigo y que la habían hecho estar mal en alguna época de su vida…el caso es que pronto despertó en mi un sentimiento de cariño que no era normal. No me gusta que personas a las que aprecio y quiero lo pasen mal y el tabaco siempre lo veo como enemigo de mis amigos…y a mis amigos y amigas nadie me los toca.


Pasaron los días y comencé a recogerla en el trabajo o en su casa. A veces quedábamos directamente en algún lugar y casi siempre acabábamos follando. Lo que al principio parecían prácticas de conducir de unos novatos se fue perfeccionando hasta lograr conectar completamente. Descubrimos poco a poco las cosas que nos gustaban y con las que disfrutábamos más, y cualquier lugar nos era útil. Desde el ascensor donde nos escondíamos para empezar con nuestros juegos, pasando por la mesa de su oficina, el asiento trasero de mi coche, el sofá de la casa de sus padres, el sillón del salón de mi casa, las mesas de algunos bares a los que íbamos, los aseos de unos vestuarios...hasta alguna ocasión en la que iba conduciendo y tenía que buscar, tras alguna provocación intencionada, algún sitio cómplice donde escondernos, desnudarnos y tenernos.

En esas fechas todo parecía ser perfecto. Ninguno de los dos esperábamos más del otro. Nuestros cerebros aún no habían rellenado los huecos con falsas expectativas y nos divertíamos sólo con vernos y pensar en nosotros. En esas fechas a ella se le escapó en alguna ocasión que haría lo posible por ‘conseguirme’. Estaba totalmente convencida de ello porque ella siempre conseguía las cosas que se proponía.

En esas fechas se propuso seducirme, atraparme y tenerme…y lo consiguió.

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