jueves, 23 de junio de 2011

“Hasta aquí hemos llegao, Danié”














Hasta aquí hemos llegao’ Daniel,
mientras mi corazón hierva…
no es enemigo suficiente el coco
para dejar entreabiertas las puertas.

Pego ese portazo preciso,
me cago en la puta oxitocina.
Si no te veo cuando te necesito
no te veré en mi alegría.

Me preguntan por ti,
los días se hacen largos
y las noches me dan la mano.

He estado cayendo en picado
y de vez en cuando recaigo
en algunos brazos.

Asumo que nada permanece,
me quedo en los buenos momentos.
Quizá un día si amanece
nos apetezca tenernos.

‘Y pasan los días, gracias’,
la íra y la negación ya terminó.
Recojo ya las migajas
de cuando dejé de ser yo.

Camino en TACatá,
a veces es larga la espera
si me superan las pruebas.

Me vuelvo a despeinar,
con mi sombrero en la cabeza
hacia una vida nueva.

(23.06.2011)

miércoles, 22 de junio de 2011

"La Gata Negra"“ (Capítulo Final)




Como si de un ritual se tratara, cogió la nota y abrió la puerta intentando vislumbrar en el aire la fragancia de Damián.

Dejó su estuche con pinturas y pinceles sobre un taburete de madera resquebrajado y se sentó sobre el sillón en el que siempre se sentaba a leer:

“Aun no sé ni como empezar a escribir esto, ni siquiera sé el porqué de no haberlo hecho antes. Una parte de mi me dice que hice lo que tenía que hacer pero otra, seguramente aquella más afín al corazón, me taladra diciéndome que me equivoqué profundamente alejándome de ti…”

Lentamente la Gata iba leyendo aquella nota que inesperadamente había encontrado.

“…no sé si fue el miedo, mi cobardía o lo que sentí aquella noche cuando nuestras almas se fundieron en un mismo abrazo. Seguramente por primera vez en mi vida noté que algo que aun no tenía podía llegar a hacerme daño de llegar a perderlo. Nunca he sentido nada parecido, nada tan profundo y potente, nada que me diera más miedo que la muerte…el miedo a perderte. El miedo a pensar que lo que siento por ti no lo sientes tú por mí, o lo que es peor, que de sentirlo pudieras llegar a dejar de hacerlo alguna vez…”

Poco a poco las palabras de Damián se iban clavando en el rehecho corazón de la Gata Negra. Por un lado estaba contenta e ilusionada al haber recibido noticias de él pero esa ilusión, por otro, se iba desvaneciendo al ver que esas noticias no satisfacían los sentimientos que por él habían nacido.

“Soy un cobarde, me aterró la idea de perderte y sin embargo me alejé para no hacerte culpable en la posibilidad de que dejaras de quererme. Es absurdo. Soy absurdo, porque sin saber si tú sentías lo mismo que yo creí que sería la mejor forma para olvidarte, para olvidar la imagen de verme junto a ti, siendo partícipe de tus decisiones, de tus ilusiones, incluso de tus enfados y malos momentos…siendo parte de tu vida…

Siento haber desaparecido de la forma que lo hice, siento haber dado lugar a que cupieran todas las palabras en el silencio y en el vacío que provoqué. Siento los malos momentos que te haya podido hacer pasar durante este tiempo, la incertidumbre, la impotencia, la preocupación, el odio, el olvido…

Dejé de escribir en el momento en que tu voz se confundió con mis ganas de escuchar por haber creído encontrar lo que tantas veces añoré sobre los papeles huérfanos de palabras que siempre me acompañaban. Sé que el tiempo no tiene la menor idea de curar ciertas heridas. Sé que hubiera deseado mezclar tu saliva con la mía. Sé que el cerebro siempre llena los huecos con expectativas...”

La desilusión que se había generado en la Gata mientras leía la nota había comenzado a transformarse en un sentimiento de incomodidad con ciertos matices de enfado. ¿Por qué? ¿Por qué ahora que la Gata comenzaba a llevar una vida “normal”, rodeándose de otros gatos y gatas, aprovechando los días, disfrutando de sus pasiones…aparecía Damián para desequilibrar ese equilibrio? ¿Qué derecho tenía de hacer esto ahora? ¿Con qué propósito?

Por más que daba vueltas a lo que estaba leyendo no conseguía llegar a comprender del todo. Durante el tiempo que invirtió la Gata en reparar los desperfectos ocasionados por la desaparición de Damián, ni siquiera prestó atención a la ausencia de noticias acerca de los misteriosos asesinatos que se habían cometido en la ciudad. Olvidó la conexión que en ocasiones había creído ver entre aquellos ataques y el misterioso gato.

“No puedo compensar todo lo que te he originado en este tiempo de ninguna forma y sé hay riquezas que lo matan a uno si no puede compartirlas o vivirlas de la manera que desea. Sé que de haberme quedado, de haber intentado quedarme a tu lado, sólo podría darse un resultado dejando a alguno de los dos malparados.

No he dejado de pensar en ti en todo este tiempo, en cómo estarías…egoístamente he pensado cada día si me habré cruzado por tu mente, si me habrás pensado, si me habrás deseado…y te aseguro que tú has sido mi único pensamiento”.


Párrafo a párrafo, la Gata iba sintiéndose peor. Cada frase que leía abría en ella una herida cada vez más grande. Lo que Damián le estaba queriendo decir era que se había marchado por miedo a perderla cuando ni siquiera habían comenzado a “caminar” juntos en una misma dirección.

“Te aseguro que no fue fácil para mi, que no soy tan frío como aparento con todo esto. Te aseguro que no encontré otra salida que la de huir, y lo hice sólo pensando en los dos. Con esta nota no busco tu perdón sino tu comprensión.

Me pregunto si habrás seguido con tu vida, y eso es lo que espero. No sé si habrá aparecido alguien que te haya despertado el deseo de acercarte cada vez más a él. No sé si me habrás olvidado…

No voy a volver, ni siquiera sé si lo esperas pero no lo voy a hacer. Nunca te conté nada personal, nada de relaciones vividas, nada de gatas especiales. Nunca lo hice porque lo pasé mal y ahora no va a ser diferente. Ni quiero ni tengo derecho a hacerlo. Sólo te diré que aquello me cambió y fue lo que me hizo ser como hoy soy, un gato solitario y desconfiado.

Desde entonces, todas las noches me dan el día y por las tardes se me olvida el respirar, dejando pasar las horas hasta que llega de nuevo la noche. No soy bueno para ti. No quiero hacértelo pasar mal ni quiero volver a pasar por lo mismo otra vez.

Lo siento. Espero que la vida te dé lo que te mereces y que si alguna vez nos volvemos a cruzar no me guardes rencor. Damián.”


Esa despedida, ciertamente, sonó a despedida. La Gata aún estaba intentando asimilar el contenido de la nota. Su corazón había dado un vuelco al saber que él había estado allí, y ahora trataba de recobrar la normalidad.

Durante unos minutos quedó impertérrita observando el cuadro que tenía en frente y que meses atrás había desgajado Damián.

No sabía qué hacer, si estar sola o acompañada, si llorar o gritar, si salir a buscar alguna pista de él…

Sus sentimientos daban vueltas como si estuvieran dentro de una centrifugadora; odio, amor, nostalgia, rabia, deseo, incertidumbre, impotencia…todos esos estados pasaban por su cabeza de la misma forma que una bandada de pájaros sale despavorida tras escuchar el estruendoso despertar de la mañana.

Antes de recibir la nota, los días de la Gata ya no se centraban en todos los detalles que la hacían recordarlo. De hecho, había ido dejando atrás muchas de esas pequeñas cosas: había cambiado por otros los caminos que recorrió junto a él. Cuando veía a gatos que portaban sombrero, giraba la cabeza. Intentó sacar de su memoria las canciones que escuchó mientras ansiaba encontrárselo. Tapó su olor, que impregnaba su casa y sus recuerdos, con perfumes, inciensos y velas…


En ese momento las paredes la asfixiaban y decidió salir de allí.


Sin darse cuenta, con cada pensamiento, el tiempo había ido pasando. No se encontraba bien y caminaba cabizbaja por los tejados. En su cabeza se reproducía lentamente la melodía de piano de una canción de Quique González, “Backliners”, y no podía borrarla.



La noche empezaba a hacer acto de presencia e inconscientemente sus pasos la iban llevando a las proximidades de la Fábrica de los Sueños. Hacía meses que no andaba por allí y su subconsciente la había traicionado.

En un primer momento no quiso entrar. Había logrado deshacerse de todo aquello a pesar de lo que le costó pero, tras varios segundos pensativa, la Gata decidió dirigirse al interior.

Poco antes de entrar, un sonido llamó su atención. La Gata Negra miró hacia su izquierda y vio, junto al callejón, la figura escondida en la sombra de lo que parecía ser un gato con un sombrero. Rápidamente cambió la expresión de sus ojos intentando agudizar la mirada. La silueta de aquél gato volvió a llamarla, esta vez con gestos, mientras se introducía en la oscura callejuela.

No dudó. Estaba casi segura de que ese gato era Damián. Él siempre actuaba de forma extraña y quizá, las ganas de volver a encontrarse con él fueron suficientes para empujarla a ir dejando de lado la racionalidad.

Al asomarse desde la esquina no vio a nadie. Estaba tan oscuro que tuvo que adentrarse más para intentar acostumbrar a sus ojos a esa penumbra. Cuando ya había recorrido lentamente gran parte de la distancia que tenía el callejón, escuchó un ruido a su espalda…provocado por el frenético y ocioso correr de dos ratones. Se asustó mucho pero al comprobar de donde venía ese jaleo se tranquilizó.

Antes de girarse y con una voz temblorosa lo llamó:

- Damián, ¿eres tú?

La Gata no obtuvo respuesta en esa dirección, y al darse la vuelta lo vio… ¡No era Damián!

Sin vacilar, dio rápidamente la vuelta y comenzó a correr asustada para salir de allí, pero el gato la alcanzó y la arrastró hacia el fondo. De nada sirvieron sus súplicas ni los gritos ahogados en la sangre que brotaba de su garganta. De nada sirvió el forcejeo y los zarpazos y mordiscos que inútilmente lanzó. Ese gato le había asestado varias puñaladas con un afilado objeto cilíndrico mientras tapaba su boca para que no pudiera llamar la atención de ninguno de los gatos que por allí pudieran pasar.


No pasaron muchos segundos hasta que sus intentos por salvarse cesaron, de la misma forma que cesó su aliento y como también cesaron sus esperanzas por encontrarse con Damián.

Su vida cesó como cesan los sueños al despertarse en mitad de la noche.

Nunca más volvería a ver a Damián…ni él volvería a verla a ella.

FIN

sábado, 18 de junio de 2011

"Toda una vida" (91 años)

Esta noche las palabras son menos importantes y
dejan paso al reflejo de toda una vida
en la voz temblorosa y arrugada
de mi señora abuela, quien a sus
'taitantos' años aun recuerda
cada uno de los versos
de "Volver".

Espero que os sonría la vida.

Un saludo a todos y todas.




viernes, 17 de junio de 2011

“Carta sin remite”














Si antes de subir al cielo o bajar al infierno
haces una parada por estos parajes,
ya contarás qué tal fue el paso de vivo a muerto
y a quién te encontraste.

Yo siempre que veo una morena me acuerdo,
aunque me esfuerce no lo consigo evitar.
Algunas heridas nunca las cierra el tiempo
y el viento me suele recordar.

Hay días largos con sus besos guarros…
aunque sólo están en mi cabeza.
Otros me grito a mi mismo como un cosaco
para poner los pies en la tierra.

Nunca aspiré a ser el más inteligente o guapo,
sólo quise ser la mejor versión de mi mismo.
Entre miles, las mías sólo fueron las manos
que bajaron de su cuerpo al precipicio.

Ahora intento conseguir otro par de zapatos,
aunque siempre guardaré los otros con cariño.
Hace días que no recurro a papeles en blanco
y que por no llorar me río.

Nunca mentí a quien confiaba en mí…
pero no confié en quién a mi si me mentía.
Me dejé el orgullo antes de salir
y me jugué todo lo que tenía.

¿Tú qué harías si te quedaran unos meses,
si ya te sintieras fuera de sitio?
Yo empiezo a saldar cuentas pendientes
y pido perdón a mis enemigos.

Te mando esta carta sin remite,
quizá cuando la leas yo ya no esté.
Espero que tu vida esté como quisiste
y que siempre te vaya bien.


(16.06.2011)

sábado, 11 de junio de 2011

"Tan pequeña y tan GRANDE"























Gracias 'cosa' por estar ahí,
la más guapa de Almería,
por mirarme a los ojos y decir
lo que yo no quería.

Has sido mi perfecto retiro,
tan pequeña y tan GRANDE.
Ya estaba medio hundido
cuando viniste a sacarme.

Y es que dos collejas bien dadas
han sido tus palabras
en el momento preciso.

Me estaba dando la espalda
derramando mis lágrimas
y me había perdido.

Has escuchado mis gritos
aunque no se oyera mi voz.
Qué voy a decir si no digo
que me has cogido el corazón.

Es cierto, no es sano pensar
si anduvo, andará o anda.
No es cuestión de valorar
si no le importo nada.

Y dos caras tiene esa moneda,
aunque elija lo que quiera
el tiempo traducirá.

Si ahora no merezco la pena
y eso paseo en la acera
nadie se me va a acercar.

(11.06.2011)

domingo, 5 de junio de 2011

“La Gata Negra” (Capítulo 14)


Pasaron los días; las semanas se hacían eternas y la Gata no volvió a saber de Damián.

Aquella noche del miércoles en la que compartieron tanto tiempo juntos dejando, precisamente al tiempo en un segundo plano, marcó a la Gata Negra. Los días posteriores a aquél día fue varias veces a la Fábrica.

Las primeras veces intentaba estar allí a la hora que lo vio la otra vez. Luego pasó a preguntarle a Naima pero éste siempre le decía que no lo había vuelto a ver. La Gata Negra no comprendía nada. No sabía si a Damián le había pasado algo, si quizás dijo aquél miércoles algo indebido…pero la incertidumbre y la impotencia la comían por dentro. Al fin y al cabo ella tampoco podía hacer más.

A penas sabía qué sitios frecuentaba, o dónde vivía, o si tenía trabajo, amigos, familia…así que, si no le había pasado nada quería pensar que volvería a dar señales de vida sólo cuando él quisiera.

Poco a poco siguieron pasando las semanas dando paso a algunos meses y ella, cada vez encontraba más motivos para vivir los días a plena luz del día:


Retomó sus clases de pintura…hace años solía ir a una academia pequeña de barrio en la que comenzaba a dar sus primeros trazos y quizá, motivada por el interés que mostró Damián sobre sus cuadros volvió a ellas. Comenzó a cambiar sus costumbres nocturnas. Cada vez iba menos a la Fábrica de los Sueños, quizá porque aunque no había conseguido olvidarlo ya había perdido la esperanza de volver a encontrarse con él.


También intentó retomar la relación con varias amigas que había dejado atrás en el camino, lo que le costó al comienzo, pero poco a poco consiguió entrar en sus rutinas y las veía varias veces a la semana. La Gata Negra también desempolvó aquellos libros de su estantería que aún no había llegado a leer, y con ellos pasaba en compañía muchas tardes…

La vida de la Gata iba tiñéndose de matices de normalidad, de aquellos pequeños detalles que hacen que las pequeñas cosas sean todo lo importantes que cada uno quiere que sean. Aprendió, sin darse cuenta, que cuanto más lentamente caminaba sin pensar en Damián, tanto más deprisa avanzaba…y así fue avanzando su vida.


Algunos días, encontraba en ella su peor versión. Esos días no quería salir de la cama y lo recordaba fuertemente. Durante sus encuentros con él a penas había podido decir alguna palabra, y habría tenido tanto que decirle… Le pareció que ahora que había vuelto a encontrar a alguien especial lo había perdido para siempre y de verdad. Pensaba que habría podido hacer por él lo que hubiera hecho falta pero ahora ya era tarde. Creía que si Damián le hubiera dicho “ven”, como en la canción, lo hubiera dejado todo…pero él nunca se lo dijo.

Otros días en los que la Gata no estaba para nadie hubiera deseado que alguna amiga la hubiera visitado simplemente para sentirse acompañada, pero esa compañía ya sólo la tenía cuando era ella quien la buscaba. Había descuidado tantas cosas que, aunque había conseguido recuperar partes de algunas cosas perdidas, otras ya eran muy difíciles de recuperar. Y es que hay cosas tan frágiles que pueden llegar a romperse, ya sea por exceso o por defecto.


La primavera ya estaba en las calles. La bendita primavera con su maldita astenia primaveral. De ahí que algunos días el estado de ánimo de la Gata cursara como aquél trastorno bipolar, con días de depresión alternados con sus días de desmesurada euforia.


Una tarde, allá sobre las 19:30, cuando la Gata Negra llegaba de una de sus clases de pintura y cuando iba a abrir la puerta de su casa, vio una nota que asomaba tímidamente por abajo.


Ya no sabía el tiempo que había pasado. De aquellos días donde la humedad mojaba las calles por las que paseaba a estos en los que los jardines estaban radiantes había pasado mucho tiempo, pero inevitablemente lo primero que pensó fue en si sería esa nota de Damián.



¡Estaba segura de ello!

miércoles, 1 de junio de 2011

"La otra orilla"






















Junto a la orilla del mar
se me hace más fácil pensar.
Me encuentro conmigo mismo
y no me entorpece la sal.

Sal que recubre mis heridas
con ese sabor a desconsuelo.
Sal si sales de mi vida
que me estampa contra el suelo.

Fracaso tras fracaso me endurezco,
aprendo las ventajas del egoísmo.
Me enamoro, me tropiezo, palidezco,
me refugio en mi abismo.

Y agradezco a ese anónimo amigo
del que recibo un gesto de complicidad,
que sin saber lo que digo
me brinda su amistad.

Y me enseña que no tiene sentido
si no se apoya en el mutuo respeto.
Y por lo que siempre he sido querido
sigue ahí aunque hoy me sienta feo.

También pragmáticamente me hace ver
que el amor es un compuesto químico,
o ecuaciones con enigmas sin resolver
para volver a creer en lo físico…

Cuando Dios cierra una puerta
siempre abre una ventana,
aunque a veces no se vea
que puede ser una trampa.

No hay clavo que sobre otro
me sustituya como enemigo,
y la sutil virtud de Momo
me hace encontrar un respiro.

Conocer sus más personales secretos
forzadamente ante el precipicio…
quizá fue su escape ante el fuego
y le supuso un suplicio.

El tiempo se paró para juntarnos,
y sólo hoy nos separa deteniéndose.
Parecen haberse desunido las manos
que no supieron entenderse.

Dos cuerpos unidos como uno
disfrutándose cada centímetro.
Fino hilo que mantuvo
lo que ha llegado a ser único.

Junto a la orilla del mar,
la otra orilla, más fácil es
pararse a valorar
lo que tuve una vez.


(31.05.2011)