martes, 8 de marzo de 2011

"La Gata Negra" (Capítulo 12)


Obviamente alguien la había llevado a casa. El último gato a quién vio fue a su misterioso gato del que todavía desconocía su nombre.

Poco a poco fue incorporándose pero él no estaba. Exploró su casa pero no lo encontró. También miró dentro del armario del que había salido su agresor…y nada. No había notas, no había señales de que hubiera estado registrando entre sus cosas. ¡Nada!

El misterioso gato la llevó en brazos, limpió la herida de la cabeza - que aún estaba húmeda - y se cercioró de que estaba bien dejándola tapada en su cama, pero después de todo aquello se marchó.

La Gata Negra perdió toda la mañana del miércoles durmiendo y todavía no se encontraba bien del todo.

Esa noche tenía que ir a la Fábrica para agradecerle al gato su gesto, pero...de repente, cayó en la cuenta de algo. ¿Cómo es posible que él estuviera deambulando tan cerca de su casa? ¿Por qué apareció de repente tras escuchar los gritos de aquella gata? ¿Por qué no dejó ni siquiera una nota?

El ruido que hacían sus pensamientos en su cabeza no la dejaron escuchar el murmullo que venía de la calle. Como aquella mañana en la que la ciudad despertó conmocionada por el crimen, ésta tenía algo en común.

Abrió la ventana del cuarto que daba al exterior. Allí había más gatos de lo normal, entonces, sin cambiarse de ropa, bajó para intentar descubrir que pasaba. ¡Otra gata había aparecido muerta a muy pocos metros de su casa! ¿Qué estaba pasando?

Los medios ya hablaban de un asesino en serie: “El asesino del callejón”. Todo el mundo se concentraba alrededor de la televisión en todos los bares y cafeterías que estaban abiertos. Otra joven y atractiva gata había aparecido muerta en otra calle oscura a altas horas de la noche.


Aunque no había trascendido el contenido a través de las noticias y los periódicos, se sabía que junto a aquella gata había aparecido una nota. El mensaje para todas las gatas de la ciudad era claro. No se impuso toque de queda pero, hasta que se resolviera el caso, se recomendaba a todas las gatas no merodear las calles sin compañía.


Cuando la Gata Negra se aclaró un poco y comenzó a anochecer, desatendiendo lo que las autoridades habían recomendado, decidió dirigirse al local donde tantas noches encontró compañía cuando ni ella misma podía encontrarse.

Tantas veces fueron las que ni siquiera se respetó a si misma yéndose con cualquiera, que durante una temporada tuvo una fama más bien poco beneficiosa. Cuando pensaba que estaba bien con algún gato, cuando compartía momentos especiales, cuando parecía tener un confidente, un amigo, un compañero…siempre se dejaba querer por cualquiera. No podía mostrar lealtad ni respeto por ninguno y siempre fallaba. Siempre se fallaba a sí misma y siempre fallaba a los que comenzaban a quererla.

Ahora sólo tenía en mente conocer más cosas del misterioso escritor del sombrero.

La noche de los miércoles no solía estar muy animada, pero eso no fue óbice para que la Gata fuera tras su deseo.

La intranquilidad se respiraba en las miradas de las gatas que la Gata se iba cruzando a su paso. En muchas de ellas veía a la próxima “víctima perfecta”. Incluso ella sabía que podía ser la próxima pero como tantas otras veces, su juventud fue sinónimo de imprudencia.

Cuando llegó a la Fábrica no vaciló a la hora de entrar, y decidida, bajó las escaleras y se dirigió a él. Allí estaba como las otras dos veces que lo encontró. Casi sin ninguna diferencia se volvía a repetir la situación…

- ¡Siéntate! - le dijo el gato.
- ¿Cuál es tu nombre?
- ¿Cómo te encuentras después de la caída? - le quiso recordar.
- Bien, gracias por llevarme a casa. ¿Te has enterado de la noticia?
- Si, algo he escuchado.

El gato no parecía mostrar mucho interés en responder directamente a las preguntas que la Gata Negra le hacía y ésta volvió a insistir. Ante todo quería saber más cosas de él, su nombre, de dónde era, a qué se dedicaba…

- ¡Me llamo Damián!

Por fin la Gata conseguía un poco más.

Sentada al lado de Damián la Gata se sentía mejor. Aun no sabía casi nada sobre su vida pero en ese momento no hacía falta más. Pese a no quitarse de la cabeza los últimos acontecimientos ocurridos en la ciudad, la sensación de tranquilidad que sentía estando en esa situación era superior a los, seguramente inocuos y prescindibles datos.

Le estuvo escuchando atentamente. Siempre que él hablaba ella tomaba la decisión de callar. Damián, en ocasiones - tanto la primera como esta vez - daba muchas vueltas para decir o explicar algo sencillo, pero al final, no quedaba ninguna duda sobre las cosas que decía.


Como la otra vez que se encontraron, Damián quiso compartir una de sus letras preferidas. A la Gata Negra le gustaba aunque no comprendía del todo el porqué. Quizá él lo hacía para saber como pensaba ella, como reflexionaba, como respondía, qué le transmitían las palabras que le iba a leer.

Muchos gatos y gatas dicen más cuando callan y observan que cuando hablan y seguramente Damián quería observarla en esa situación. Seguramente de esta forma y sin preguntar obtenía la información necesaria, y así comenzó:

“Furioso pétalo de sal,
la misma calle, el mismo bar,
nada te importa en la ciudad
si nadie espera.

Ella se vuelve carmesí,
no se si es Baires o Madrid,
nada te importa en la ciudad
si nadie espera.

Y no es tan trágico mi amor,
es este sueño, es este sol
que ayer pareció tan extraño,
o al menos tus labios.

Yo te entiendo bien,
es como hablarle a la pared
y tú podrías darme fe...

Furioso pétalo de sal,
la misma calle, el mismo bar,
nada te importa en la ciudad
si nadie espera.

Ella se vuelve carmesí,
no se si es Baires o Madrid,
nada te importa en la ciudad
si nadie espera.

Y no es tan trágico mi amor,
es este sueño, es este sol
que ayer pareció tan extraño,
o al menos tus labios.

Yo te entiendo bien,
es como hablarle a la pared
y te imagino dando vueltas en el vecindario.

Algo tienen estos años, que me hacen poner así
y decirte que te extraño
y voy a verte feliz”


Esta letra era la de una canción de Fito Páez, la Gata Negra la había reconocido. Hacía tanto tiempo que no la escuchaba…

Durante una temporada grande se sintió muy identificada con esas palabras. Quizá el porqué de su forma de actuar con todos los gatos y con ella misma era precisamente fruto de que nadie la pensara, que nadie la respetara, que nadie la esperara.

Cuando uno tiene a alguien que le piensa, que le escucha, que le mira, que le apoya, que le espera…esos pequeños detalles de los cuáles se pueden prescindir menguan como mengua la luz del sol al llegar la tarde. Uno es capaz de reducir, casi inconscientemente y sin pesar esas pequeñas cosas que sabe que pueden afectar a quien espera. No es cuestión de cambiar ni de dejar de ser uno mismo…la Gata Negra siempre había sido consciente de ello, es más bien cuestión de adaptarse por quien se siente que uno se debe adaptar.

Siempre lo había pensado, la Gata sabía que si alguna vez tenía que cambiar sería por ese gato especial que llegara cuando llegara siempre la estuviera esperando. Siempre supo que tendría en su vida lo que quisiera tener y que si no hacía cosas acorde a esos deseos, contradictoria y obviamente, no los alcanzaría.


La letra le había echo pensar más de la cuenta y eso es lo que quería conseguir Damián. Quizá desviar su atención para que bajara la guardia o para que la tensión que acumulaba en sus músculos disminuyera era exactamente lo que quería.

La Gata Negra y Damián estuvieron bebiendo y hablando durante mucho tiempo. Era miércoles, no había mucha gente en la Fábrica de los Sueños ni mucho ambiente…pero eso no fue inconveniente para que los dos decidieran continuar la conversación en casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario