lunes, 31 de enero de 2011

“A toda la buena gente que me rodea”













Os quiero a todos por como sois,
no por lo que tenéis o vayáis a tener.
Y aunque no sepa ni a dónde voy,
hoy por hoy, sé que os tendré.

Porque os portáis conmigo de diez
desde que entrasteis en mi vida.
Estoy orgulloso de que en la escasez
me llevéis hacia arriba.

Desde Cádiz a Peñarroya,
de Triana a Gandía.
De Totana a Barcelona,
en Lisboa y Almería.

No sé como compensaros todo,
por más que piense no hay manera.
Nos basta con cerrar los ojos
para reventar las barreras.

Nos comemos la distancia
aunque no hablemos cada día.
Y le damos importancia
a cada despedida.

En Italia o Cartagena,
Polonia, Murcia, Argentina.
De Madrid a Gerena,
de Reinosa a Sevilla.

(31.01.2011)

sábado, 29 de enero de 2011

"El lado izquierdo del alma"












No sé si te habrás dado cuenta
de que me incitas al pecado.
Y aunque a veces te mienta
suelo andar deshilachado.

Voy a ponerte un corazón de velcro,
no quiero que te escapes.
Ya no queda nada nuevo
ni nada que me atrape.

Metes la mano por los huecos
de todos mis vaqueros rotos.
No seré yo quien acabe el juego
si vienes como una moto.

Te recorro milimétricamente,
no me dejo ningún gramo.
Ya sabes que técnicamente
siempre utilizo las manos.

Hoy has conseguido colarte
en el lado izquierdo de mi alma.
Deja que empiece a contarte
el secreto de mi cama.


(29.01.2011)

jueves, 27 de enero de 2011

“A ti y a mi”





















A ti te gustan los perros,

a mi me gustan los gatos.
A ti te gusta el día,
a mi me gustan las noches.

A ti te gusta el campo,
a mi me gusta la playa.
A ti te gusta el norte,
a mi me gusta el sur.

A ti te gusta el whisky,

a mi me gusta el ron.
A ti te gusta el humo,
a mi me gusta respirar.


A ti te gusta el teléfono,
a mi me gusta el aliento.
A ti te gusta el frío,

a mi me gusta el calor.

A ti te gusta dormir,
a mi me gusta vivir.

A ti te gustan los pubs,
a mi me gustan los antros.

A ti te gusta bailar,
a mi me gusta mover el culo.
A ti te gusta el tiempo,
a mi me gusta no tener reloj.

A ti te gustan las macetas,
a mi me gusta el bosque.
A ti te gusta la lluvia,
a mi me gusta el sol.

A ti te gusta hablar.
a mi me gusta observar.

A ti te gusta la tele,
a mi me gusta la fotografía.

A ti te gusta Roma,
a mi me gusta Berlín...

A ti te gusta gustarme y a mi me gusta gustarte.

(27.01.2011)

miércoles, 26 de enero de 2011

"La Gata Negra" (Capítulo 9)


- Hola Negrita, ¿cómo te va?

Obviamente, Pardo sabía que si estaba allí era porque le preocupaba algo. Era quizá, quien mejor la conocía.

Pardo siempre la había llamado de esa forma. Seguramente fue la primera vez que tuvo ese sentimiento de protección con uno de “sus gatos”.

Antes de que la Gata comenzara a explicar la situación, se fijó en la mesa próxima al diván en el que estaba sentada, observó que Pardo tenía el periódico del día y se puso más nerviosa. Él lo notó y se quedó callado unos instantes mientras volvía a la normalidad. No le preguntó por cómo había estado todo este tiempo, ni a qué se había dedicado ni cosas por el estilo. Sólo esperó.

Poco a poco la Gata Negra empezó a contarle todo desde el principio. La sensación que tuvo la primera vez que vio al misterioso gato en “La Escalera de la Fábrica de los Sueños”. Como se decidió y se acercó a él sin saber qué decir. Como lo vio marcharse sin mirar atrás…También le contó que encontró una libreta y que estaba casi segura de que pertenecía a aquél gato. Le habló sobre sus letras, sobre lo que le hacían sentir…

Sin darse cuenta ocupó casi toda la mañana con los sentimientos que tenía, con cada detalle, con su incertidumbre, con el ansía de conocerlo…y en ningún momento Pardo la interrumpió. Lo único que hizo - y quizá lo mejor que sabía hacer – fue escuchar.

En uno de los silencios de la Gata Negra, aprovechó para ofrecerle algo para comer pero ella no quiso parar. No obstante y suponiendo que cuando cesara su excitación tendría ganas de picar algo, preparó unos aperitivos mientras ella seguía explicándole todo.


Y así siguieron pasando las horas. La oscuridad cada vez estaba más próxima, como si la noche quisiera crear el clima idóneo para lo que estaba por venir. Pardo supuso que la alteración que tenía la Gata tenía que ver con sus nuevos sentimientos encontrados. Tenía presente lo mal que lo pasó la otra vez y ahora volvía a parecer ilusionada, pero coincidiendo con esos pensamientos ella comenzó a explicarle lo que la tenía tan alterada.

Los detalles hicieron que Pardo se alarmara, incluso hasta el punto de increparla por haber sido tan irresponsable – él podía tomarse la licencia de hacerlo – y haber cogido esa nota, por no haber llamado a la policía, por haberse arriesgado tanto. Obviamente él ya había visto la noticia en el periódico. Sabía de la conmoción que había en la ciudad pero no tenía ni la más remota idea de que ella había estado tan cerca de lo ocurrido.

Entre los dos intentaron llegar a una solución. Pardo nunca le daba consejos pero siempre le decía lo que él creía que era lo mejor, lo que haría en cada situación si fuera él el que estuviera en ella…y en esta ocasión fue claro. Le dijo que fuera a la policía y dijera todo lo que había visto. Le dijo que cogiera la nota y la llevara consigo para entregarla…era lo razonable.

Con todo esto la Gata Negra decidió marcharse, ya se lo había contado a alguien – su mayor confidente – y había aligerado un poco el peso del miedo que sentía, pero aun seguía algo alterada. Para volver a casa decidió hacerlo sobre los tejados, era el mejor camino cuando ya no había luz.

La casa de Pardo quedaba próxima a la Fábrica. Cuando estuvo frente a los tejados que daban a la puerta se detuvo un momento. Aunque el día había sido soleado la tarde se había cerrado bajo unas nubes que amenazaban lluvia. Era jueves y no tenía pensado quedarse en casa, necesitaba despejarse, necesitaba beber y bailar…y en ese momento lo vio.

¡El misterioso gato se dirigía hacia allí! Apareció de una de las calles contiguas a la Fábrica con su sombrero, con su carpeta, con su forma de caminar tan tranquila y a la vez tan segura. Cuando estuvo frente a la puerta se detuvo unos instantes y antes de entrar giró su cabeza hacia donde se encontraba la Gata Negra. Sin duda la había visto y también vio como ella se escondía rápidamente.

Parecía como si conociera los pasos que había dado hasta llegar al lugar. Casi sin luz, debido a que las nubes no dejaban pasar los últimos rayos de sol, esa hora en que las farolas están a punto de encenderse parecía aun más inquietante, y de la misma forma volvió a sentirse la Gata asustadiza y nerviosa.

Cuando salió de su escondite el gato ya no estaba en la puerta. Presumiblemente ya habría entrado y ella quería hacerlo pero…llevaba todo el día fuera de casa. Por la mañana apenas se había arreglado. Fue uno de los pocos días, después de mucho tiempo, en los que se había dejado ver de día y sin arreglar así que no lo dudó. Fue corriendo hacia su casa.

Últimamente su vida se había convertido en una persecución. A costa de todo quería conocer a aquél gato y por ese objetivo había recorrido casi todos los tejados y locales de la ciudad.

Al llegar a casa se duchó rápidamente. Esta vez se secó con la toalla pues no podía perder tiempo. Normalmente salía desnuda de la ducha y dejaba secar el agua sobre su piel.

Se vistió sin pararse frente al espejo como siempre le gustaba hacer, se perfumó, se abrigó y salió de casa olvidando algunas luces encendidas mientras se cerraba la puerta tras de sí… ¡pero no lo hizo!


Por fin llegó a la Fábrica. Sin dudar esa era la ocasión que más rápida había llegado desde su casa. Respiró profundamente, se aderezó un poco y abrió la puerta…

Allí estaba él sentado en su mesa, bajo esa intermitente luz de bombilla, con su tetera, con su taza sobre la tabla y todos sus papeles desordenados. Allí estaba ese gato con su sombrero “borsalino” puesto, ensimismado como la primera vez que lo vio, ausente, esquivo, distante…

La Gata Negra bajó las escaleras y se dirigió a la mesa sin pensar en cómo pocos minutos atrás la había descubierto escondida sobre el tejado.

- ¡Hola! ¿Puedo sentarme contigo? – dijo con su voz temblorosa y casi imperceptible.

Él separó la única silla que acompañaba a la suya de la mesa y dijo: - ¿No vas a pedir una copa de Sangre Pirata?

¿Hasta qué punto había observado aquél gato a la Gata Negra? No puede ser que habiendo coincidido sólo una vez en la Fábrica él supiera cuál era su bebida favorita…pero así era. Quizá el gato ya la conocía, al fin y al cabo, ella despertaba el deseo y la curiosidad de cuantos la veían.

Sin decir nada, la Gata se acercó a Naima, pidió una copa y volvió a la mesa. Se sentó y permaneció callada unos instantes como intentando ordenar las palabras que tenía en su cabeza, pero entonces empezó a hablar él. Buscó uno de los papeles que tenía guardados en su vieja carpeta y comenzó a leer:

“Después de un tiempo,
uno aprende la sutil diferencia
entre sostener una mano
y encadenar un alma.

Y uno aprende
que el amor no significa acostarse
y una compañía no significa seguridad.

Y uno empieza a aprender...
que los besos no son contratos
y los regalos no son promesas.

Y uno empieza a aceptar sus derrotas
con la cabeza alta y los ojos abiertos.

Y uno aprende a construir
todos sus caminos en el hoy,
porque el terreno de mañana
es demasiado inseguro para planes...
y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.

Y después de un tiempo
uno aprende que si es demasiado,
hasta el calorcito del sol quema.

Así es que uno planta su propio jardín
y decora su propia alma,
en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,
que uno realmente es fuerte,
que uno realmente vale,
uno aprende y aprende...

Y con cada día uno aprende...”

A la Gata Negra le resultaban familiares esos versos. Mientras él los leía su pecho se había acelerado de tal forma que bebió lo que quedaba de su copa casi sin respirar. El calor que recorría todo su cuerpo hizo que se quitara la ropa que le sobraba.

- ¿Lo conoces? Es de Jorge Luís Borges. Siempre que escribo pienso en estos versos porque sé que jamás lograré escribir algo así.

Claro que lo conocía, la Gata había leído tiempo atrás el mismo poema cuando aquél gato la abandonó.

Todo era tan extraño…tantas coincidencias, tanto misterio, la imagen de aquella gata muerta en el callejón…el misterioso gato sentado junto a ella sin hacer ninguna referencia a lo sucedido antes de entrar a la Fábrica.

Su voz, de la misma forma que en los primeros instantes aceleró sus pulsaciones, ahora la comenzaba a sosegar y mientras sonaba “Y sin embargo” de Joaquín Sabina en aquella vieja gramola…el tiempo fue pasando…

lunes, 24 de enero de 2011

“Cosa del alcohol”













Puede que sea cosa del alcohol,
ni lo niego ni lo escondo.
A veces me deslumbra el sol
que tienes en los ojos.

Bajo la persiana del todo,
se desvirtúa cada paso que doy.
Algunas me llamaron loco
y si preguntas, si, lo estoy.

Deja que te cuente un secreto,
no soy todo lo bueno que parezco.
Deja que me pierda entre tus pechos
que no son tan pequeños.

Afloja el escudo protector,
no soy tan peligroso.
Te voy a mostrar el borrador
de los planos de mi antojo.

Anda y pon tú el piso
que ya pondré yo el resto.
Vamos a quedar en domingo
para jugar a escondernos.


(24.01.2011)

sábado, 22 de enero de 2011

“Menos bueno”





















No intentes ponerme freno,
ya sé yo cuando hay que parar.
Van siendo 27 eneros
y me encanta bichear.

Es como la raíz cuadrada del cubo
de todas las noches que he pasado.
Hoy te voy a echar un pulso
si hacemos un trato.

Te voy a dejar ganar a ratos,
tengo pájaros en la cabeza
que razonan mejor que tú.

Vigilo las aceras como un gato
si me dices lo que piensas
cuando apagas la luz.

Para tocar no hacen falta dedos,
vamos a hacerlo a tu manera.
A ratitos fuerte, a ratitos lento
o como tú quieras.

Con dinero o sin dinero
pataleo como me da la gana.
Soy un poquito menos bueno
que cuando tú eras la mala.

Si te va la marcha
préstame un minuto
que mañana vengo y pago.

Bésame en la cara,
apura ese canuto
y te invito a un trago.

(22.01.2011)

viernes, 21 de enero de 2011

“Rubias de bote”


Fueron muchas las veces
en las que me tragué el orgullo,
las que apreté mis dientes
por no mandar todo a tomar por culo.

Pero menuda noche de locura,
no sé ni como llegué a casa.
A esas horas todo estaba a oscuras
y mi memoria estaba en bragas.

Estuvimos jugando como dos ratones
que no querían irse a dormir.
Nos sirvieron todos los rincones
que nos quisieron prohibir.

De bar en peor aquél humo
era el que salía de nuestros cuerpos.
Ahora si procede me consumo
y me fumo mis recuerdos.

Hoy ya no ando por las ramas,
la última caída fue enorme.
Desconfío de cristales que se empañan
y de rubias de bote.

(21.01.2011)

miércoles, 19 de enero de 2011

"La Gata Negra" (Capítulo 8)


¿Quién había matado a aquella joven gatita? ¿Sería un ajuste de cuentas? ¿Por qué esa fugitiva sombra le había resultado tan familiar a la Gata Negra?

El jueves amaneció con una resaca propia de un domingo. La Gata se sentía aturdida pero el primer recuerdo que tuvo no fue el del misterioso gato – como había sido los días anteriores – sino el de los ojos de esa gata muerta en el callejón. Su joven y precioso cuerpo, el charco de sangre en el suelo… ¡La nota que había encontrado junto a ella!

El día estaba tranquilo pero por las ventanas entraba un alborotador murmullo. La calle estaba llena de gatos y gatas que parecían hablar en tertulia sobre un único tema.
Los periódicos recogían en sus portadas el suceso que, casi en primera persona, la gata había vivido la noche anterior y que hoy era noticia en toda la ciudad:

“La pasada noche fue encontrada en un callejón sobre un charco de sangre una joven gata que presentaba múltiples heridas producidas por un objeto punzante, cilíndrico y alargado. Quién dio el aviso fue un ciudadano que por allí pasaba en su camino hacia el trabajo. La policía no tiene pistas sobre el presunto asesino pero ha iniciado una investigación. La joven gata, todavía no identificada, no presentaba marcas de forcejeo…Algunos indicios apuntan a que el autor del crimen puede ser de su entorno pues resulta extraño que una joven entre por su pie a un oscuro callejón a altas horas de la noche…”

La noche del miércoles, después de cerciorarse de que esa gata estaba muerta, la Gata Negra no supo qué hacer. Quería avisar a la policía pero no estaba en el mejor estado ¿Y si la relacionaban con el crimen? Encontrándose como se encontraba no podía arriesgarse. Se había asustado muchísimo. Nunca había visto un cadáver.

Fue ella quién acudió al lugar ante los gritos y una vez allí, casi testigo principal de lo ocurrido, vio la sombra de un gato negro alejarse del lugar. La Gata Negra no sabía si igual que ella había visto a aquél gato, éste la había visto a ella.

Estaba muy nerviosa, no conseguía tomar una decisión acertada sin ponerse en peligro y finalmente hizo algo de lo que esta mañana no podía dejar de arrepentirse…la Gata Negra cogió la nota que junto al cuerpo de aquella gata se encontraba, la guardó y se ocultó nuevamente en los tejados por los que se marchó apresuradamente.

“Muerte al azar, muerte…
muerte que roba tu vida.
La observo, no lo presiente,
la persigo, está perdida.

Muerte al azar, muerte…
muerte que tanto sabe.
Gata ingrata sin suerte
derrama tu sangre”

¿Por qué la Gata Negra cogió la nota? No pudo evitarlo. Ocurrió en cuestión de segundos y así lo hizo. Quizá inconscientemente – o totalmente consciente – al hacerlo le vino a la cabeza la imagen del misterioso gato en la Fábrica. Sus papeles arrugados, la nota que recogió del bar aquella noche, la libreta que encontró a los pies de aquellas escaleras de caracol…

Cuando la Gata llegó a casa aun seguía asustada. Su respiración se entrecortaba, sus latidos cada vez eran más fuertes y sus patas temblaban. Cuando abrió la nota y la leyó se quedó helada.

No consiguió ver claramente quién era aquél furtivo gato que escapaba con pasos improvisadamente estudiados del callejón, pero aquella nota…letra tras letra esas treinta y tres palabras guardaban la esencia de todas las que días atrás la Gata Negra había descubierto en aquél cuaderno. Esa nota parecía haber sido escrita por el misterioso gato.

En aquél momento la Gata se quedó unos instantes pensando pero el cansancio, el miedo, el alcohol…todo hizo que se dirigiera a su habitación y se recostara sobre su cama quedándose dormida…


Después de comprobar que no había sido un mal sueño (la nota seguía en su mesita de noche) la Gata Negra quiso saber más. Sin arreglarse y a plena luz del día bajó a la calle para mezclarse con la gente que comentaba lo sucedido.

Todo el mundo lo sabía. En todas las cafeterías los gatos y gatas se agrupaban alrededor de los periódicos para leer toda la información.

Hacía años que, aunque siempre sucedían delitos menores, algunas peleas, algún atraco…no ocurría algo como aquello. Las calles de la ciudad eran más tranquilas de lo que a simple vista aparentaban y la conmoción reinaba en el ambiente. Podía haber sido un ajuste de cuentas o quizá un delito pasional…pero la Gata Negra tenía una extraña sensación.

Aun con el miedo en el cuerpo, con su gran secreto intentando escapar de su interior decidió ir a ver a alguien al que hacía mucho tiempo no visitaba.


Pardo fue quién, después de su único y gran golpe amoroso la ayudó a levantar cabeza. Era un viejo gato, un gran psicólogo (terapeuta, como él se llamaba) que hacía años que no ejercía aunque en casos especiales siempre hacía excepciones…y este era uno de esos casos.

La última vez que la Gata Negra visitó a Pardo éste le dijo algo que por fin la hizo reaccionar: “Si buscas una mano dispuesta a ayudarte la encontrarás al final de tu brazo”.

Durante meses habían mantenido largas y profundas conversaciones. Para ella era como el padre que nunca tuvo y la última frase que le dijo fue esa.

Esta era una ocasión para visitarlo. La Gata Negra no tenía a nadie más a quién poderle confiar lo que había vivido. Durante el tiempo que estuvo con el gato que acabó rompiéndole el corazón, descuidó tanto a sus amistades que un día se encontró sola con la única compañía de su sombra.

Después de aquello con quién se relacionaba eran los gatos y gatas que frecuentaban los antros a los que iba; los camareros, músicos y artistas con los que siempre acababa las noches, pero la Gata Negra no tenía amigos de verdad.

La Gata llegó a la casa, llamó al timbre y cuando respondieron dijo segura de que la reconocería:

- Pardo, soy yo.

martes, 18 de enero de 2011

“Difícil de entender”














Es difícil entenderlo,
por más que me lo explico
no hay forma ni atajos
que me hagan llegar antes
ante una respuesta certera.

La niebla me deja al acecho,
y a un lado deja el delirio
de no rozar tus manos
quedándose distante
y cabizbaja mi cabeza.

Te has esfumado y como
una tortuga que se esconde
en su caparazón, dejas
que no te afecte lo ajeno…
ni siquiera mi amistad.

Con una caída a plomo
sin saber ni cómo ni dónde
volveré a verte, mientras,
esperaré en mi agujero
buscando la oportunidad.

(18.11.2011)

lunes, 17 de enero de 2011

“Se te caen las bragas”









Se te van cayendo las bragas…
anda que no lo veía yo claro.
A mí que me contabas las faldas
y ahora parezco un santo.

Ya no tengo noticias tuyas,
será que has madurado.
Ahora que ya nadie fuma
tú te las sigues fumando.

Exilio ante este putiferio
del velcro que ya no pega.
Sonrisa de la ausencia de remedio
ante el fin de existencias.

Agotaste tus últimas neuronas
dejándote absorber otra vez.
Apoyada en la barra con personas
que no te quieren ni ver.

Si tú no te respetas
no esperes que lo hagan por ti.
No quieras ganar con tus tetas
lo que quieres en la nariz.


(17.01.2011)

martes, 11 de enero de 2011

"La Gata Negra" (Capítulo 7)


El lunes y el martes pasaron como pasan esas cosas a las que no se quiere prestar mucha atención, o como dice Sabina, ‘como esas cosas que no tienen mucho sentido’. La nota que el misterioso gato había dejado para la Gata Negra la noche del domingo, la había hecho reflexionar tanto que ni siquiera reparó en su aspecto. Estaba naturalmente descuidada pero más bonita que nunca.

“A veces estar vivo pasa demasiado desapercibido”

Habían pasado dos días enteros y seguía sin comprender el significado de esa frase. Parecía como si el gato hubiera formado parte de su vida en el pasado o como si, a pesar de estar presente en ella, hubiese pasado totalmente inadvertido.

Fuera como fuera, se había molestado en ir de nuevo a la Fábrica de los Sueños seguro de que ella volvería para encontrarse con él...y así fue. El misterioso gato se había anotado otro tanto a su favor.

Ese miércoles, la Gata Negra quiso investigar más sobre aquél gato aunque en su interior sabía que únicamente descubriría lo que éste quisiera mostrar.

Realmente no sabía por dónde empezar. Sin su nombre, sin una dirección o una referencia acerca de qué sitios frecuentaba, era complicado así que, al atardecer se echó a las calles como otras tantas tardes y empezó a caminar sin un rumbo determinado.

Aunque su presencia en las aceras siempre se hacía notar, esta vez vagaba ausente y pensativa. Maduró la idea de que lo mejor para intentar descubrir más información sobre el gato sería merodear los locales y los antros más peculiares de la ciudad, y eso fue lo que hizo.

La noche iba ganando terreno al día. A medida que iba oscureciendo la Gata Negra iba sintiéndose más cómoda como gata callejera que era.

El primer local al que fue, era una escondida taberna llamada “Blues Ville” en la que gatos de todos los rincones de la ciudad no muy conocidos tocaban temas clásicos de blues, soul y rock. Después fue a la “Ilustre Víctima”, donde se reunían artistas y escritores que aprovechaban la clandestinidad de la noche para encontrarse con la inspiración. También pasó por “El Túnel”, un garito transitado por un loco gato despeinado al que llamaban “El Peluca” que conseguía con su guitarra que todos los que estuvieran presentes acabaran bailando y cantando. “La Tertulia”, “El Malevaje”, “Las Cuatro Calles”, “La Puerta Falsa”, “La Piedra”…así fueron pasando las horas y así fue rondando uno tras otro, los más pintorescos locales.

El paso del tiempo había hecho que la expectación que tenía puesta la Gata Negra por dar con el misterioso gato fuera estrechándose. En algunos de los locales preguntó a músicos y camareros por un gato con sombrero al que siempre acompañaban unos papeles garabateados, pero esa pobre descripción era insuficiente para la atención de los demás.

En ese momento la Gata se dio cuenta de que iba a ser una complicada tarea. Ni siquiera había visto su cara. Sabía que era un gato delgado que llevaba sombrero, un gato negro como ella, ensimismado y absorto en sus cosas, pero al mismo tiempo era atractivo y observador. Cómplice del silencio, se aliaba con él para, como un espía invisible, palpar todos los detalles y sacar sus pormenorizadas conclusiones a través de las cuales creaba profundas letras. La Gata Negra recordó la ocasión en la que Naima le contó que solía ir por La Fábrica a leer y a escribir y que siempre se sentaba en la misma mesa…

En los demás garitos por los que pasó ni se molestó en preguntar. Únicamente entraba, daba una vuelta recorriendo todos los rincones con la mirada y se marchaba.

El último local con el que tropezó, como no, fue La Fábrica de los Sueños. Como siempre que iba por allí – esta vez no sería diferente – bajó las escaleras, se puso en uno de los taburetes en el extremo de la barra más alejado del escenario, y mientras miraba la mesa en la que había visto al gato esa única vez, pidió su copa de Sangre Pirata. Allí estuvo bebiendo toda la noche hasta que Naima anunció que era la hora de cerrar. Bebió una copa tras otra mientras escuchaba la música de la gramola, que en ocasiones se quedaba trabada, apuró su último trago y se marchó. La Gata Negra esa noche no quiso bailar.

Antes de marcharse, Naima se preocupó por su estado, pero ella le dijo que estaba bien.

Naima siempre la había tratado genial. Hace muchos años tuvieron una breve e intensa aventura que acabó en una gran aunque cada vez más distante amistad. Desde entonces él siempre la había tratado como a una hermana pequeña.

De vuelta a casa, la Gata Negra, en lugar de caminar por las calles se subió a los tejados. Allí encontraba la serenidad escondida de las miradas de los demás gatos que caminaban a ras de suelo. Había bebido mucho pero se encontraba bien. Era tarde pero no tenía prisa por llegar e iba pensando en todos los locales que había recorrido. También intentó planear una nueva estrategia para averiguar dónde se ocultaba el misterioso gato y mientras le daba vueltas a esa idea escuchó un escalofriante grito de una gata que parecía estar en apuros.

El grito venía de un callejón que se encontraba retirado pero lo suficientemente cerca como para haber podido reconocerlo claramente.

Con cuidado aligeró el paso para intentar localizar el lugar exacto del que venían esos gritos. La tensión hizo que olvidara todas las copas que había tomado y ágil, fue salteando los salientes y los tejados que se encontraba. Poco antes de llegar al tejado que daba acceso al callejón los gritos cesaron.

La Gata Negra, cautelosa, con el corazón bombeando sangre en su pecho como nunca antes había sentido – parecía como si en cualquier momento uno de los latidos fuera a delatarla – adoptó una posición en la que se sentía segura, se apoyó en el borde y se asomó lentamente.

Cuando lo hizo, vio el cuerpo de una joven gata tirado en el suelo. Rápidamente se escondió. No estaba segura de si lo que había visto era real. El cuerpo inmóvil
- ¿inerte? - de una bonita gata sobre un charco de sangre…
Dejó pasar unos segundos para intentar tranquilizarse pero era imposible. Tenía que asegurarse de lo que había visto y reunió el valor necesario para volver a asomarse. Lo siguiente que vio fue la sombra de un gato alejarse del cuerpo mientras se dirigía a la entrada del callejón. Una sombra alargada por el efecto de un pequeño foco que allí había. Una sombra cuyos movimientos mostraban una parsimonia alarmante, escalofriante.

La Gata Negra volvió a esconderse y esta vez permaneció agazapada unos minutos sin mover ningún músculo de su cuerpo. Aquello era tan real como el miedo que sentía. Se mantuvo en la misma posición intentando aclarar sus ideas. El silencio era tan escandaloso como lo habían sido los gritos de esa gata poco antes.

Una vez más, la adrenalina hizo que la Gata se asomara, y habiéndose cerciorado de que allí no había nadie más se inclinó sobre una tubería por la que empezó a descender…

Aquella gata era muy joven y guapa. Aún tenía los ojos abiertos pero no respiraba. Tenía un cuerpo precioso y la boca estaba ligeramente abierta. La Gata Negra la tocó
– seguía caliente – para ver si se movía pero no hubo respuesta y entonces lo vio…

¡Junto al cuerpo de aquella gata había una nota!

lunes, 10 de enero de 2011

“Ni a las chapas”


A mí, que no me gusta perder
ni a las chapas
ni apostar lo que gané
por menos de nada.

A mi, que tantas veces
me faltaron ganas
para seguir en mis trece
sin hacer caso a nada.

A mi, que se me olvida
respirar con cada cana
al menos dos veces al día
hasta que no queda nada.

A mi, que me inquieta
la soledad de la cama
y también me cuesta
no encontrar nada.

A mi, que me envilece
la humedad de la barra
y cuando anochece
no hay nada…

(10.01.2011)

domingo, 9 de enero de 2011

“Mi paz, tu guerra”
















Mi ‘aquí’, tu ausencia,

mi calor, tu frío,
mi ‘ya’, tu vergüenza,
mi noche, tu lío.

Mi cobardía, tu belleza,
mi tuyo, tu mío,
mi siempre, tu espera,
mi tú, tu vacío.

Mi paz, tu guerra,
mi flecha, tu destino,
mi fe, tu inocencia,
mi ¡Eureka!, tu ¡Bingo!

Mi fuego, tu leña,
mi sombra, tu brillo,
mi juego, tu regla,
mi cassette, tu vinilo.

Mi tinta, tu letra,
mi pantalón, tu vestido,
mi sexo, tu esencia,
mi gana, tu apetito.

Mi funeral, tu fiesta,
mi merengue, tu cuchillo,
mi sofá, tu siesta,
mi oreja, tu oído.

(09.01.2011)

sábado, 8 de enero de 2011

“Loco colocón”


Estas vísperas del después
que no buscan ni “porqués” ni respuestas.
Esta hora descafeinada del café
a la hora de la siesta.

Este sexo a deshora
sin excesos ni besos ni glamour.
Este dime porqué lloras,
mi defecto…tu virtud.

Este tesoro abuhardillado,
este aroma a calle oscura
que huele a flor.

Este corazón descorazonado,
esta resaca de locura
de este loco colocón.

(08.01.2011)

viernes, 7 de enero de 2011

“Cienes”












Armas de doble filo son los labios
que protegen tu lengua bífida.
Seis meses han pasado
y sigues tan tímida.

‘Cienes’ de letras hablan de ti
que jamás llegarás a ver.
Palabras que antes de escribir
de mil formas borré.

Como si fuera a encontrarte
al doblar cada esquina,
camino como un don nadie
con alguien en la retina.

Me voy a casar con la primera
que me saque a bailar,
con la que siempre quiera
distorsionar la realidad.

Por una vida contigo
renunciaría a mis posibles vidas.
No será el sábado un domingo
ni los dardos caricias.

(07.01.2011)

martes, 4 de enero de 2011

"La Gata Negra" (Capítulo 6)

Con cada letra que la Gata Negra descubría en el cuaderno confirmaba un poquito más su teoría huérfana de sentidos. Había buscado en todas sus páginas algún detalle del que pudiera obtener alguna pista que la condujera a encontrarse nuevamente con el misterioso gato, pero no tuvo suerte y así llegó la noche…Otra fría y oscura noche de invierno.

Tras todo el día pensando parecía estar convencida solamente de una cosa…volvería a la Fábrica de los Sueños.

Antes de salir de casa se paró frente al espejo como quién espera de su propia imagen una aprobación. Se había vestido como pocas veces había hecho. Estaba realmente apetecible y preciosa. Había sabido mezclar a partes iguales su lado más salvaje y sensual con su lado más misterioso y cauteloso.

La Gata Negra siempre había tenido la falda muy corta y la lengua muy larga, pero esa noche era especial. Tenía unos ojos verdes indescriptiblemente bonitos. Su luz era como un veneno de diseño que paralizaba. No importaba como fuera vestida, como se encontrara, como se moviera, quién la acompañara… sus dos ojos eran suficientes para quitarle importancia a todo lo demás. Era adicta a las canciones de amor…a las películas y a las novelas de amor. Quizá porque siempre le recordaban lo que había tenido, lo que había olvidado y lo que ahora inconscientemente buscaba.

Recordar su vieja historia hizo que la seguridad que siempre había tenido en si misma menguara y se humedeciera como un barco de papel que se empapa cada vez más hasta quedar completamente sumergido en el agua. Estaba radiante pero también nerviosa.

Como siempre que la Gata Negra caminaba por la calle, esa noche también era el centro de todas las miradas. Todos los gatos la seguían pero esto no era óbice
para centrar su atención en lo que se había propuesto como objetivo. Los nervios que sentía por todo el cuerpo la mantenían en tensión. Sólo quería llegar al local cuanto antes para intentar conocer a aquél gato…


Sin darse cuenta, flotando entre sus pensamientos llegó a la puerta frente a la que se había parado la noche anterior y que escondía su rincón favorito para bailar y colgarse a la cola de los sueños.

Ahora ella estaba en el otro lugar. Era quién debía esforzarse por captar la atención del misterioso gato y quien tenía que acercarse a él como otras tantas noches otros se habían acercado a ella.

La Gata abrió la puerta. En ese momento se escuchaban algunos versos de “Semilla en la tierra” de Carlos Chaouen:

“Vive, la vida por compasión
hay veces que vive
y nada tiene que ver con la muerte.
Y cuando llegue ese instante déjame verte,
que no hay mayor libertad que tenerte enfrente
y que nadie sea absuelto por no quererse…”

Mientras bajaba las escaleras miró a la mesa dónde había visto por primera vez al gato. Todos se giraron como siempre que aparecía por allí pero esta vez las miradas mostraban un gesto de incredulidad. La Gata Negra no se dejaba ver a menudo en la Fábrica y no era normal que apareciera dos noches seguidas.

La bombilla que, como la noche anterior titubeaba, esta vez no mostraba la silueta del misterioso gato pero sobre la mesa había algo. Decidida se dirigió a ella pero entonces Naima (el dueño del local) la llamó. Ella quería confirmar lo que a lo lejos parecía ser un papel doblado junto a una tetera y bajo una taza plateada, lo mismo que el gato tenía sobre la mesa la noche anterior, pero Naima insistió.

- Se ha ido hace no mucho. Ha dejado una nota para ti sobre la mesa y ha pedido que nadie se siente en ella hasta que llegaras.

La Gata agradeció el mensaje y mientra
s esperaba su copa de siempre se quedó pensativa… ¿Cómo sabía el gato que ella volvería a ir? ¿Cómo estaba tan seguro de que se había interesado en él?

Lo que estaba claro es que el gato parecía ir siempre un paso por delante. Cuando ella quiso acercarse la primera vez, él se levantó y se marchó sin ni siquiera girarse. Cuando la Gata vio caer el papel arrugado por las escaleras de la Fábrica, la puerta acababa de cerrarse. Cuando se escuchó el frenazo del coche y salió para ver qué había pasado no encontró más rastro de él que su libreta…

Todos sus movimientos parecían las piezas perfectas de un rompecabe
zas que sin darse cuenta ella iba formando para intentar conocer más cosas de él. Parecía el juego del ratón y el gato pero esta vez era el de la Gata Negra y el escurridizo gato.

La Gata Negra cogió su copa y sin dar ni un sorbo se dirigió a la mesa donde el gato había estado sentado pocos minutos atrás. Se sentó, cogió la nota y leyó:



No decía nada más. No aparecía ningún nombre, ningún número, ninguna dirección. Él había ido a propósito para encontrarse con ella y sabía que ella iría a encontrarse con él, pero…

¿Qué significaba?

lunes, 3 de enero de 2011

“Tan cerca, tan lejos”















Estás tan cerca pero tan lejos…

tan lejos que ya te has ido.
Ahora serás parte del tiempo
de los segundos contigo.

Y la presencia de tu ombligo

que fue tan ficticia y borrosa.

Conseguir ser testigo
de una sonrisa en tu boca.

Sé que sólo tengo aquello
que no perderé en mis naufragios.
Y aunque también te pienso
al final me hago daño.


Siento haberte imaginado

porque sigues en mi cabeza.

Viniste con el calor del verano
y el invierno te aleja.

No puedo evitar seguir ahí,
esperando en el sitio que me toca.
Con el corazón de piedra y baladí
junto a un reloj sin horas.

Tan loco por una loca
que se pone nerviosa si me mira.

¿Qué te parece la banda sonora

de mi vida?


(03.01.2011)

“Mundo perfecto”














Tiró el teléfono y salió corriendo,

empequeñecida, llorando.
Insignificante como un lienzo
sin guiños ni trazos.

Su playa infinita donde tantas veces…
mimetizada con la noche,
desnuda y latente
había gritado su nombre.

Dejó atrás sus pensamientos
e igual que sus pisadas se clavaban.
No borró las heridas el tiempo
ni el viento pudo elevarla.

Su vida se iba en cada ola,
su sombra…su única amiga.
Él la había dejado sola
y sola enloquecía.

La noche…la luna y la brisa
no pudieron detenerla.
Con el alma tan viva
y la vida tan muerta.

Su mundo perfecto, ahora negro,
su mar azul tan oscuro.
Dejó a su suerte su cuerpo,
devastó su futuro.


(28.11.2010)

domingo, 2 de enero de 2011

“Loco”


Nunca he matado a nadie,
aunque no será por ganas…
Me gusta el color de la sangre
y el olor de las llamas.

Un día saldré a cazar,
no dejaré títere con cabeza.
Pensaré por quién empezar
mientras limpio mi escopeta.

A plena luz del día,
sin nocturnidad y alevosía
me quedaré solo.

Practicaré mis perrerías,
afinaré la puntería
y os mataré a todos.

Yo creo que estoy loco…
pero loco por ti.
Loco como un mono
que no deja de reír.

Inestable como pocos,
bipolarmente trastornado.
Apuro a fondo el morbo
en mi plan de mataros.

Inútil como copa vacía
asociado a la agonía,
me vais a suplicar.

Vais a pedir amnistía
y que acabe deprisa
con este pesar.

(02.01.2011)

“Oídos sordos” (a M†)














Intentaré no perjudicarte,

creo que eres buena niña.
Ha sido un placer encontrarte
y tropezar en tu vida.

Siempre me regalas una sonrisa,
aunque a veces me vuelvas loco.
Te portas bien y me cuidas
haciendo oídos sordos.

Fan incondicional,
casi miope y sin criterio.
Estoy empezando a pensar
que te caíste del cielo.

Más lista de lo que pensaba
me escondiste en tu cuarto,
creyendo que no lo contaba
cuando me estaba escapando.

Intentaré estar cerca porque sé
que también lo pasas mal,
aunque no siempre sepa que hacer
para poderte ayudar.

(02.01.2011)

“Estás a la moda”

Pobre de ti, chica, que te aferras
en esos brazos por miedo,
porque pensando en pensar piensas
que te quedarás sin besos.

Tú que llorabas saliendo del cuento,
ahora vuelves con el culo apretado.
¡Ay! princesita que se vio de lejos
que volverías a sus brazos.

Como salida de un molde
reproduces de nuevo tu farsa.
Eres una más de esos clones
que se maquillan de falsas.

Tú que ni viste ni conociste
eso que llaman personalidad,
que siempre ríes los chistes
con tal de aparentar.

Que maravilloso mundo
el de las que no saben ser solas,
que prostituyen su futuro
para estar a la moda.

(02.01.2011)