Con cada letra que la Gata Negra descubría en el cuaderno confirmaba un poquito más su teoría huérfana de sentidos. Había buscado en todas sus páginas algún detalle del que pudiera obtener alguna pista que la condujera a encontrarse nuevamente con el misterioso gato, pero no tuvo suerte y así llegó la noche…Otra fría y oscura noche de invierno.
Tras todo el día pensando parecía estar convencida solamente de una cosa…volvería a la Fábrica de los Sueños.
Antes de salir de casa se paró frente al espejo como quién espera de su propia imagen una aprobación. Se había vestido como pocas veces había hecho. Estaba realmente apetecible y preciosa. Había sabido mezclar a partes iguales su lado más salvaje y sensual con su lado más misterioso y cauteloso.
La Gata Negra siempre había tenido la falda muy corta y la lengua muy larga, pero esa noche era especial. Tenía unos ojos verdes indescriptiblemente bonitos. Su luz era como un veneno de diseño que paralizaba. No importaba como fuera vestida, como se encontrara, como se moviera, quién la acompañara… sus dos ojos eran suficientes para quitarle importancia a todo lo demás. Era adicta a las canciones de amor…a las películas y a las novelas de amor. Quizá porque siempre le recordaban lo que había tenido, lo que había olvidado y lo que ahora inconscientemente buscaba.
Recordar su vieja historia hizo que la seguridad que siempre había tenido en si misma menguara y se humedeciera como un barco de papel que se empapa cada vez más hasta quedar completamente sumergido en el agua. Estaba radiante pero también nerviosa.
Como siempre que la Gata Negra caminaba por la calle, esa noche también era el centro de todas las miradas. Todos los gatos la seguían pero esto no era óbice para centrar su atención en lo que se había propuesto como objetivo. Los nervios que sentía por todo el cuerpo la mantenían en tensión. Sólo quería llegar al local cuanto antes para intentar conocer a aquél gato…
Sin darse cuenta, flotando entre sus pensamientos llegó a la puerta frente a la que se había parado la noche anterior y que escondía su rincón favorito para bailar y colgarse a la cola de los sueños.
Ahora ella estaba en el otro lugar. Era quién debía esforzarse por captar la atención del misterioso gato y quien tenía que acercarse a él como otras tantas noches otros se habían acercado a ella.
La Gata abrió la puerta. En ese momento se escuchaban algunos versos de “Semilla en la tierra” de Carlos Chaouen:
“Vive, la vida por compasión
hay veces que vive
y nada tiene que ver con la muerte.
Y cuando llegue ese instante déjame verte,
que no hay mayor libertad que tenerte enfrente
y que nadie sea absuelto por no quererse…”
Mientras bajaba las escaleras miró a la mesa dónde había visto por primera vez al gato. Todos se giraron como siempre que aparecía por allí pero esta vez las miradas mostraban un gesto de incredulidad. La Gata Negra no se dejaba ver a menudo en la Fábrica y no era normal que apareciera dos noches seguidas.
La bombilla que, como la noche anterior titubeaba, esta vez no mostraba la silueta del misterioso gato pero sobre la mesa había algo. Decidida se dirigió a ella pero entonces Naima (el dueño del local) la llamó. Ella quería confirmar lo que a lo lejos parecía ser un papel doblado junto a una tetera y bajo una taza plateada, lo mismo que el gato tenía sobre la mesa la noche anterior, pero Naima insistió.
- Se ha ido hace no mucho. Ha dejado una nota para ti sobre la mesa y ha pedido que nadie se siente en ella hasta que llegaras.
La Gata agradeció el mensaje y mientras esperaba su copa de siempre se quedó pensativa… ¿Cómo sabía el gato que ella volvería a ir? ¿Cómo estaba tan seguro de que se había interesado en él?
Todos sus movimientos parecían las piezas perfectas de un rompecabezas que sin darse cuenta ella iba formando para intentar conocer más cosas de él. Parecía el juego del ratón y el gato pero esta vez era el de la Gata Negra y el escurridizo gato.
La Gata Negra cogió su copa y sin dar ni un sorbo se dirigió a la mesa donde el gato había estado sentado pocos minutos atrás. Se sentó, cogió la nota y leyó:
No decía nada más. No aparecía ningún nombre, ningún número, ninguna dirección. Él había ido a propósito para encontrarse con ella y sabía que ella iría a encontrarse con él, pero…
¿Qué significaba?
Tras todo el día pensando parecía estar convencida solamente de una cosa…volvería a la Fábrica de los Sueños.
Antes de salir de casa se paró frente al espejo como quién espera de su propia imagen una aprobación. Se había vestido como pocas veces había hecho. Estaba realmente apetecible y preciosa. Había sabido mezclar a partes iguales su lado más salvaje y sensual con su lado más misterioso y cauteloso.
La Gata Negra siempre había tenido la falda muy corta y la lengua muy larga, pero esa noche era especial. Tenía unos ojos verdes indescriptiblemente bonitos. Su luz era como un veneno de diseño que paralizaba. No importaba como fuera vestida, como se encontrara, como se moviera, quién la acompañara… sus dos ojos eran suficientes para quitarle importancia a todo lo demás. Era adicta a las canciones de amor…a las películas y a las novelas de amor. Quizá porque siempre le recordaban lo que había tenido, lo que había olvidado y lo que ahora inconscientemente buscaba.
Recordar su vieja historia hizo que la seguridad que siempre había tenido en si misma menguara y se humedeciera como un barco de papel que se empapa cada vez más hasta quedar completamente sumergido en el agua. Estaba radiante pero también nerviosa.
Como siempre que la Gata Negra caminaba por la calle, esa noche también era el centro de todas las miradas. Todos los gatos la seguían pero esto no era óbice para centrar su atención en lo que se había propuesto como objetivo. Los nervios que sentía por todo el cuerpo la mantenían en tensión. Sólo quería llegar al local cuanto antes para intentar conocer a aquél gato…
Sin darse cuenta, flotando entre sus pensamientos llegó a la puerta frente a la que se había parado la noche anterior y que escondía su rincón favorito para bailar y colgarse a la cola de los sueños.
Ahora ella estaba en el otro lugar. Era quién debía esforzarse por captar la atención del misterioso gato y quien tenía que acercarse a él como otras tantas noches otros se habían acercado a ella.
La Gata abrió la puerta. En ese momento se escuchaban algunos versos de “Semilla en la tierra” de Carlos Chaouen:
“Vive, la vida por compasión
hay veces que vive
y nada tiene que ver con la muerte.
Y cuando llegue ese instante déjame verte,
que no hay mayor libertad que tenerte enfrente
y que nadie sea absuelto por no quererse…”
Mientras bajaba las escaleras miró a la mesa dónde había visto por primera vez al gato. Todos se giraron como siempre que aparecía por allí pero esta vez las miradas mostraban un gesto de incredulidad. La Gata Negra no se dejaba ver a menudo en la Fábrica y no era normal que apareciera dos noches seguidas.
La bombilla que, como la noche anterior titubeaba, esta vez no mostraba la silueta del misterioso gato pero sobre la mesa había algo. Decidida se dirigió a ella pero entonces Naima (el dueño del local) la llamó. Ella quería confirmar lo que a lo lejos parecía ser un papel doblado junto a una tetera y bajo una taza plateada, lo mismo que el gato tenía sobre la mesa la noche anterior, pero Naima insistió.
- Se ha ido hace no mucho. Ha dejado una nota para ti sobre la mesa y ha pedido que nadie se siente en ella hasta que llegaras.
La Gata agradeció el mensaje y mientras esperaba su copa de siempre se quedó pensativa… ¿Cómo sabía el gato que ella volvería a ir? ¿Cómo estaba tan seguro de que se había interesado en él?
Lo que estaba claro es que el gato parecía ir siempre un paso por delante. Cuando ella quiso acercarse la primera vez, él se levantó y se marchó sin ni siquiera girarse. Cuando la Gata vio caer el papel arrugado por las escaleras de la Fábrica, la puerta acababa de cerrarse. Cuando se escuchó el frenazo del coche y salió para ver qué había pasado no encontró más rastro de él que su libreta…
Todos sus movimientos parecían las piezas perfectas de un rompecabezas que sin darse cuenta ella iba formando para intentar conocer más cosas de él. Parecía el juego del ratón y el gato pero esta vez era el de la Gata Negra y el escurridizo gato.
La Gata Negra cogió su copa y sin dar ni un sorbo se dirigió a la mesa donde el gato había estado sentado pocos minutos atrás. Se sentó, cogió la nota y leyó:
No decía nada más. No aparecía ningún nombre, ningún número, ninguna dirección. Él había ido a propósito para encontrarse con ella y sabía que ella iría a encontrarse con él, pero…
¿Qué significaba?
Querido Canalla, gracias por el poema que dejaste en mi rinconcito, es hermoso.
ResponderEliminarTe deseo un Feliz Año Nuevo, lleno de amor, trabajo, salud y felicidad.
besitos para ti, que Dios te bendiga, te sigo.
¡Qué intriga con el gato!...
ResponderEliminarSi a mí me dejasen un mensaje así, pensaría que el gato va a matarse por amor, para dejar de estar vivo, y así la gata se acordaría siempre de él, con una tristeza inmensa en su alma. :O
A ver qué pasa con los gatos...
¡Feliz día de Reyes!. :)
El 7º capítulo ya salió del horno...prontito lo verás chica atractiva!! De momento no has acertado en tu teoría...al menos del todo! jeje
ResponderEliminarBonitos deseos, "Déjame un Poema"...espero que todo vaya bien!
Besos
Hola!, por aquí estoy. ¿Qué estarán haciendo ahora los gatos?... :)
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