¿Por qué ese repentino interés en conocer al misterioso gato? ¿Acaso no podía la Gata Negra conseguir a quien se propusiera? ¿Por qué perder el tiempo con alguien que sólo había visto una vez?
La Gata Negra se había convertido en una gata reflexiva y nocturna.
A la mañana siguiente despertó en su cama donde pasó metida todo el día. Era uno de esos domingos en los que cualquier detalle sirve de excusa perfecta para no salir de casa…
Recordando la noche anterior se preguntó varias veces porqué en tantas ocasiones se había aferrado a la posibilidad de perseguir sueños imposibles. No comprendía porqué algunas cosas eran tan complicadas, porqué deseaba tanto aquellas cosas que no estaban a su alcance o perdía el interés sobre aquellas que conseguía controlar.
Hace un tiempo, antes de que la Gata Negra fuera la que es hoy, hubo un gato que la hizo sentir especialmente única. Quizá por eso, el misterioso gato ahora despertaba en ella tanto interés. Tal vez la forma que éste tenía de expresar o describir sus sentimientos sobre un papel la habían hecho recordar quién fue y qué tuvo en su vida una vez.
La primera vez que la Gata Negra vio a aquél osado gato, hace ya tanto tiempo, supo que era especial. Sintió la necesidad de perseguirlo hasta un callejón donde éste robó de sus labios uno de esos besos que cuando suceden consiguen parar todo lo que pasa alrededor, y la llevó al tejado más alto de la ciudad donde le hizo el amor y le contó los secretos de la luna. Aquella historia era una de esas historias que no hace falta cuantificar ni apodar. Lo que pasaba fuera de ellos no tenía sentido…ni las miradas ni las opiniones de los demás importaban. Fue una de esas historias en las que uno se da cuenta que es protagonista aquél día que despierta al lado de alguien sin poder evitar que se escape una sonrisa.
Ese gato conseguía sacar lo mejor de ella. Lograba que sus defectos la hicieran perfecta con respecto a las demás gatas. Rozaba su alma cada vez que hacían el amor sobre alguno de los tejados que cómplices les servían de escondite…Aquel astuto gato ganó toda la confianza de la joven e ingenua Gata Negra tratándola como nadie jamás la había tratado. Consiguió ser su mayor apoyo, su confidente, su amigo, su amante, su secreto, su presente…
¿Cómo un gato desconocido y abstraído de todo lo demás la había hecho recordar ahora su más intensa aventura? ¿Cómo unas cuantas palabras aparentemente ordenadas habían conseguido que en su mente se creara la posibilidad de perseguir una nueva historia que la hiciera sentir diferente?
La Gata Negra escondía cada noche y cada día su mayor debilidad. Ocultaba las ganas de encontrar a ese gato especial.
Quizá el misterioso gato del sombrero, sin aun conocerlo, ya reunía lo inalcanzable, el sabor de lo desconocido y lo profundo e intenso de la capacidad de expresar unos sentimientos como pocos se atrevían.
Hacía tiempo que la Gata sólo obtenía de los gatos aquello que necesitaba. Marchándose sin dar explicaciones, todos eran simples objetos de una extensa colección, pero ¿por qué la Gata Negra actuaba de esa forma?
Aquél imprudente gato que la había llevado en tantas ocasiones al techo del cielo, al que había dado todo su tiempo, al que había contado todos sus secretos, al que abrazó siempre que tenía miedo…aquél gato perfecto la abandonó.
Cuando todo parecía ser idóneo, cuando nada importaba más que ellos, cuando lo que ella sentía sobrepasaba cualquier sentimiento antes conocido…aquél gato se marchó sin contar con ella. La Gata Negra amaneció sola en su cama y encontró sobre su mesita un papel doblado que decía:
“Eres una gata muy especial. Me has dejado entrar en tu vida, has aparecido en la mía y la has desestabilizado. Hemos pasado momentos muy buenos juntos y espero no perderte nunca…Pero sabes como soy. Pongo los pies en la tierra en cuestiones de amor por miedo, por falta de confianza, por lo que sea…y haciéndolo me ahorro todo lo malo que pueda venir. No se compartir mi vida, me da pánico confiar en alguien de verdad y por eso me marcho. No podría soportar que no saliera bien.
No te voy a decir que ojala siempre seamos amigos, porque sonaría odioso, pero es cierto que no te quiero sacar de mi vida. No te puedo ofrecer nada más.
Lo siento, no elegiste al mejor para querer y me sabe mal cualquier tipo de daño que pueda hacerte. No pienses que te he utilizado o que he jugado contigo”
La Gata Negra nunca pudo superar aquello. En ese preciso momento desterró de su pecho a su corazón y al tiempo comenzó a patrullar las calles para saciar su apetito y utilizar a todos los gatos que quisiera sin permitir nada más.
Quizá el misterioso gato del sombrero, sin aun conocerlo, ya tenía lo malo y lo bueno de aquél otro gato…
La Gata Negra se había convertido en una gata reflexiva y nocturna.
A la mañana siguiente despertó en su cama donde pasó metida todo el día. Era uno de esos domingos en los que cualquier detalle sirve de excusa perfecta para no salir de casa…
Recordando la noche anterior se preguntó varias veces porqué en tantas ocasiones se había aferrado a la posibilidad de perseguir sueños imposibles. No comprendía porqué algunas cosas eran tan complicadas, porqué deseaba tanto aquellas cosas que no estaban a su alcance o perdía el interés sobre aquellas que conseguía controlar.
Hace un tiempo, antes de que la Gata Negra fuera la que es hoy, hubo un gato que la hizo sentir especialmente única. Quizá por eso, el misterioso gato ahora despertaba en ella tanto interés. Tal vez la forma que éste tenía de expresar o describir sus sentimientos sobre un papel la habían hecho recordar quién fue y qué tuvo en su vida una vez.
La primera vez que la Gata Negra vio a aquél osado gato, hace ya tanto tiempo, supo que era especial. Sintió la necesidad de perseguirlo hasta un callejón donde éste robó de sus labios uno de esos besos que cuando suceden consiguen parar todo lo que pasa alrededor, y la llevó al tejado más alto de la ciudad donde le hizo el amor y le contó los secretos de la luna. Aquella historia era una de esas historias que no hace falta cuantificar ni apodar. Lo que pasaba fuera de ellos no tenía sentido…ni las miradas ni las opiniones de los demás importaban. Fue una de esas historias en las que uno se da cuenta que es protagonista aquél día que despierta al lado de alguien sin poder evitar que se escape una sonrisa.
Ese gato conseguía sacar lo mejor de ella. Lograba que sus defectos la hicieran perfecta con respecto a las demás gatas. Rozaba su alma cada vez que hacían el amor sobre alguno de los tejados que cómplices les servían de escondite…Aquel astuto gato ganó toda la confianza de la joven e ingenua Gata Negra tratándola como nadie jamás la había tratado. Consiguió ser su mayor apoyo, su confidente, su amigo, su amante, su secreto, su presente…
¿Cómo un gato desconocido y abstraído de todo lo demás la había hecho recordar ahora su más intensa aventura? ¿Cómo unas cuantas palabras aparentemente ordenadas habían conseguido que en su mente se creara la posibilidad de perseguir una nueva historia que la hiciera sentir diferente?
La Gata Negra escondía cada noche y cada día su mayor debilidad. Ocultaba las ganas de encontrar a ese gato especial.
Quizá el misterioso gato del sombrero, sin aun conocerlo, ya reunía lo inalcanzable, el sabor de lo desconocido y lo profundo e intenso de la capacidad de expresar unos sentimientos como pocos se atrevían.
Hacía tiempo que la Gata sólo obtenía de los gatos aquello que necesitaba. Marchándose sin dar explicaciones, todos eran simples objetos de una extensa colección, pero ¿por qué la Gata Negra actuaba de esa forma?
Aquél imprudente gato que la había llevado en tantas ocasiones al techo del cielo, al que había dado todo su tiempo, al que había contado todos sus secretos, al que abrazó siempre que tenía miedo…aquél gato perfecto la abandonó.
Cuando todo parecía ser idóneo, cuando nada importaba más que ellos, cuando lo que ella sentía sobrepasaba cualquier sentimiento antes conocido…aquél gato se marchó sin contar con ella. La Gata Negra amaneció sola en su cama y encontró sobre su mesita un papel doblado que decía:
“Eres una gata muy especial. Me has dejado entrar en tu vida, has aparecido en la mía y la has desestabilizado. Hemos pasado momentos muy buenos juntos y espero no perderte nunca…Pero sabes como soy. Pongo los pies en la tierra en cuestiones de amor por miedo, por falta de confianza, por lo que sea…y haciéndolo me ahorro todo lo malo que pueda venir. No se compartir mi vida, me da pánico confiar en alguien de verdad y por eso me marcho. No podría soportar que no saliera bien.
No te voy a decir que ojala siempre seamos amigos, porque sonaría odioso, pero es cierto que no te quiero sacar de mi vida. No te puedo ofrecer nada más.
Lo siento, no elegiste al mejor para querer y me sabe mal cualquier tipo de daño que pueda hacerte. No pienses que te he utilizado o que he jugado contigo”
La Gata Negra nunca pudo superar aquello. En ese preciso momento desterró de su pecho a su corazón y al tiempo comenzó a patrullar las calles para saciar su apetito y utilizar a todos los gatos que quisiera sin permitir nada más.
Quizá el misterioso gato del sombrero, sin aun conocerlo, ya tenía lo malo y lo bueno de aquél otro gato…