Giraste la esquina sonriendo
con esa sonrisa que no se caía.
Tú que habías estado leyendo
los secretos que yo repartía.
Fue un día inesperado,
mis pecados no eran los tuyos.
El Trastero no estaba cerrado
ni se subieron mis humos.
Tus rizos saltaban como muelles
mientras llenabais mi copa.
No sabía si tenía billetes
ni cuál de las dos estaba más loca.
Acabé más tocado que un piano,
figurada y literalmente.
El Coyote ya no estaba aullando
y sólo estábamos los valientes.
Noche larga e intensa
que te metes suave en mi cama,
que me sabes a recompensa
y no me pides nada.
(11.12.2010)
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