miércoles, 2 de septiembre de 2009

"Barquito de papel" / "El baile del pez en su pecera"


I Parte

‘Hice un barquito de papel para irte a ver’
y para no mojarme me saqué del pecho el corazón,
aquella noche ardió la gasolinera en las vías del tren
que ocultaron los eslabones de la cadena de la razón.

La luna, cómplice, no ha sabido qué hacer,
ha eclipsado en la noche cada centímetro de mi voz,
ha encubierto en los agujeros de la sed
a un Cupido, borracho, cantándole al amor.

Nos hemos reído del 14 por las calles de tu piel,
las horas de madera se han quemado en un reloj,
atrapados por la vida, subiéndonos por la pared,
adoquinados en el centro de la Plaza Mayor.

He enjaulado al tiempo para que no pudiera correr,
3 días perfectos resumidos en una sola habitación,
un Invierno enloquecido por querer enloquecer
acaricia un estigma dibujado por el sol.


II Parte

Estos ojos ya han encontrado su planeta,
esta lengua ya ha probado el paraíso,
esta enredadera se lía más de lo que se enredan
mis manos en tu tripa cuando te beso sin permiso.

Estas letras se escapan de mi maleta,
este ‘niño del sur’ ha soñado contigo,
este sombrero ya no encuentra cabeza
para decirte lo que por no decir ni digo.

Este descenso por el atajo de tus caderas,
estas dudas de encontrarme en tu ombligo,
este Tormes bailando sobre la acera,
esta mano en la mano de tu bolsillo.

Este invernar para apresurar la Primavera,
este ‘por fin encuentro sentido al destino’,
esta nota en el marco de la puerta
de las noches en las que se acaloran tus sentidos.

Estos estantes a los pies de tu nevera,
este comer tu cuerpo al final del pasillo,
estas palabras perdidas encuentran
los escalofríos que producen en ti cada mordisco.

Este irse al fondo de tu alma aventurera,
este robar de tu boca en mi oído,
esta biología de la bruja cocinera
que espera a su príncipe detrás del primer guiño.

Esta cara bonita tan guapa como su dueña,
este cacahuete en el café-bar “Tiovivo”,
esta autopista que nunca empieza
hasta llegar caminando junto al camino del río.

Este bañarse en la espuma de la cerveza,
este sentarse en el rincón de cada nido,
esta Plaza Anaya, esta gominola, esta pureza
de cada nota de un pentagrama laberíntico.

Este pez bailando en su pecera,
este piercing en la copa de aquel vino,
esta rana escondida en la calavera
de un astronauta sin gravedad y herido.

Este vendedor de poesía con escopeta,
este helado confundido por el frío,
este dragón montado en bicicleta,
este sofá que nos atrapa cuando se apaga el domingo.


(20.02.2009)

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