Camino por la calle como un turista
en esa ciudad que es descubierta por primera vez. Sin prisa, divagando, con esa
calma parsimoniosa que sólo los necios se permiten obviar. Me cruzo con
personas que van de aquí para allá con su frenética velocidad, casi la misma
velocidad a la que van mis frenéticos pensamientos…
Les envidio, me siento encarcelado
en mi libertad, encadenado a unos grilletes que únicamente existen en mi cabeza
y que consiguen paralizarme. Les envidio. Salen de casa, suben al autobús,
bajan corriendo las escaleras del metro, empujan a los demás sin tiempo para
disculparse, no se miran a los ojos, rehúyen ese contacto visual e inocente y
yo sin embargo, que dispongo de todo el tiempo del mundo, arrastro más veces la
sensación de pérdida que de encuentro.
La treintena me ha pillado casi por
sorpresa. A penas me he dado cuenta de lo que ha pasado en todo este tiempo y
me resulta más fácil recordar las heridas que las caricias. Será que en las
guerras siempre hay perdedores y que sólo los arañazos marcan la piel…
Hace tiempo que no me bajo las
bragas por cualquiera, hace tiempo que creo tener las cosas claras aunque mi
psicóloga no quiera ni verme. No tiene nada que ver con el tiempo ni con fechas
ni con escenarios pluscuamperfectos, ni siquiera con nadie en concreto, pero
cada vez estoy más cerca de saber lo que quiero y no es otra cosa que lo
antónimo, lo diametralmente opuesto y antagónico de aquello que no quiero.
Necesito conocer a alguien que me
permita quitarme el chaleco antibalas, que me dé seguridad. Esa seguridad que
tiene el torero cuando planta al toro y le da la espalda sin pensar en la
cornada, la seguridad del equilibrista con la red bajo sus pies. Ya he saltado
muchas veces sin el paracaídas de reserva…
Quiero crear una familia, crear un
hogar. Un lugar donde refugiarme cuando afuera
no haya un solo lugar donde poder estar. Quiero a alguien a mi lado que
me respete y que me dé el valor que creo poseer. Que esté orgullosa de mí y más
orgullosa de que su mundo me conozca. Una persona que se sienta incómoda y
avergonzada en la mentira. Que no concilie el sueño cuando exista un problema. Alguien
que me necesite, que se acuerde de mí más
de tres veces al año. Una persona que comprenda mis peores días y sea mi
escudo, no mi enemigo. Alguien que perciba mi estado de ánimo sin necesidad de
escucharlo de mi boca, que no lo utilice para atacarme. Una persona que no me
haga pensar que soy frágil, que recuerde mis citas importantes, que sepa que el
respeto es una carretera de doble sentido o si no un precipicio…
No tiene nada que ver con el tiempo
ni con fechas ni con escenarios pluscuamperfectos, ni siquiera con nadie en
concreto, pero no quiero otra cosa que lo antónimo, lo diametralmente opuesto y
antagónico de aquello que no quiero. No quiero perder mi tiempo ni dedicarlo a
aquellas cosas que me alejen de lo que deseo.
Ya no tengo motivos para salir
corriendo, ya se cansaron los que me perseguían, nunca supe templar mi mal genio
con quien no lo merecía. Ahora voy reconociéndome de nuevo ante al espejo. Ya
sólo brindo con motivos aunque a veces también me emborrache. Sonrío cuando una
niña me saca la lengua y se lo devuelvo con un guiño.
A orillas de esa playa las horas me
empujaban a quejarme por no hacerme enfadar. Ahora tengo presente a las
personas que, en situaciones difíciles, me ayudaron o me abandonaron.
He
aprendido que “a menudo, los labios más urgentes no tienen prisa dos besos
después…”.
Es tan extraño que un extraño escriba y describa lo que sientes... Es realmente extraño acabar a altas horas descubriendo algo que te llegue tanto, cuando minutos antes solo te dominaba la rutinaria apatía de quien busca algo más a través de la pantalla.
ResponderEliminarMe he topado con tu entrada por casualidad y vuelvo a creer en las casualidades. Me encantaría poder contarte con más detalle el por qué de este extraño comentario en estas extrañas circustancias a una entrada que casi parece aleatoria, pero yo hace tiempo que me desilusioné con eso de tomarme cafés con desconocidos.
En cualquier caso, y viendo esto que escribes, estoy casi segura de que capacidad de leer entre líneas.
Si cuando escribes buscas además de deshaogo y vía de escape, buscar conectar con algo de lo que solo el azar sea responsable, tus palabras han conectado conmigo hoy.
Gracias y felicidades por esta entrada.
A veces, cuando menos te lo esperas, encuentras en un cajón olvidado algo que te trae bruscamente algo que creías olvidado. Siempre he escrito por los mismos motivos, por placer y por desahogo, sin perseguir otros objetivos. No hemos inventado nada, así que es fácil conectar con personas, aunque no las conozcamos, a través de historias que tarde o temprano acabamos por vivir casi todos.
ResponderEliminarMe halaga tu mensaje y me alegra que encontraras de casualidad el blog.
Saludos.