Sentado
frente al mueble bar,
frente a un
papel en blanco…
la cara
ancha, los dientes largos
y medio
anestesiado por el ron.
Lengua
viperina, cuchillo afilado,
boca que
adivina la segunda estrofa.
Creerse más
duro que una roca
apuntalando
la próxima canción.
Algo
microscópico, casi poético
sólo invisible
a la piel.
¡Despéiname
el alma y no
dejes nada
en mi cuerpo
por lamer.
Gozo el
sudor de tu pecho,
me deshago
con tus ganas de ser.
Ya son
menores mis problemas
y mayores
son tus labios
si te hago
estremecer.
(12.12.2014)
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