Ahora, en este momento, mi tiempo es mi prisión,
mi juez,
mi peor abogado, mi mejor enemigo, mi verdugo…
no quiero, ni aspiro ni espero ni pido
que nadie pierda sus alas por mí.
Nadie me lo debe, ¡Nadie se lo debe!
Son los barrotes que hoy me retienen los que ayer
me sirvieron
para golpear las rocas del camino,
pero si hoy estoy pidiendo ayuda a gritos
es porque yo no puedo,
porque mi voz se quiebra dentro de mí.
Y me sonrojo y avergüenzo por ello, no lo oculto,
cabizbajo me insulto y detesto ante el espejo.
He perdido la conciencia, el control… y mis manos
se resbalan del único saliente que he encontrado
en este precipicio.
He perdido en algún cajón el disfraz de tipo
alegre.
Ese tipo al que acusaban de ligero, de fresco…pero
la procesión
va arrastrándose por dentro y añoro volver a
recuperar
esa mirada de ojos caídos con esa media sonrisa
con pinta
de quedarse sólo con el lado bueno de las cosas…
aunque de lo menos bueno también se aprenda.
La felicidad es otra droga transitoria de efectos
precozmente secundarios, y hay cosas que no pueden
cambiar,
que no quiero cambiar. No tengo remedio si pongo
sobre tu espalda
la yema de mis dedos, y he aprendido tanta
anatomía gracias a ti…
Me da igual darlo todo a ciegas, se me escapa del
pecho y
apuesto a doble o nada, pero nunca llego a
cortarme las venas.
No me arrepiento, ni presupuesto, ni espero…
hay tanto dentro de mí que las balas rebotan en mi
corazón
y sé, aunque aún no lo sepa, que cuando dejemos
de cojear seguiré dando todo lo que tenga para dar
porque de nada sirve todo el agua salada del mar
si lo que se quiere es saciar la sed.
No me arrepiento, ni presupuesto, ni espero...
Sólo yo sé lo que he sentido.
Lo sé, aquí sentado no va a pasar nada, pero...
¿qué pasa si ahora tengo mojadas las alas?
Su peso me asfixia el pecho y me cuesta caminar.
¿Qué pasa si ‘las peores pesadillas -a menudo- no
tienen
monstruos sino espejos’?...es algo que no sé explicarte desde tan lejos.
Ya ves, le sigo dando vueltas pero busqué
soluciones aunque la “X” no se dejara despejar:
“Perdón
si soy inoportuno. Perdón, no sé actuar de otra manera. Perdóname,
lo hago por instinto…”
…por esto busqué en ti un refugio distinto y la otra noche seguí tu estela.
Pierdo consistencia y me tiemblan las piernas
cuando se me pasa por la cabeza.
No quiero que me eches de menos,
no quiero que salgas corriendo ni jugar a
perdernos
pero tampoco que me eches de más.
Esta es la última por un tiempo, cuelgo las botas
y también el lapicero. Necesito calma, tenerla
pero también darla y así va a ser.
Quizá en otra vida podamos ser.