Pasaron los días; las semanas se hacían eternas y la Gata no volvió a saber de Damián.
Aquella noche del miércoles en la que compartieron tanto tiempo juntos dejando, precisamente al tiempo en un segundo plano, marcó a la Gata Negra. Los días posteriores a aquél día fue varias veces a la Fábrica.
Las primeras veces intentaba estar allí a la hora que lo vio la otra vez. Luego pasó a preguntarle a Naima pero éste siempre le decía que no lo había vuelto a ver. La Gata Negra no comprendía nada. No sabía si a Damián le había pasado algo, si quizás dijo aquél miércoles algo indebido…pero la incertidumbre y la impotencia la comían por dentro. Al fin y al cabo ella tampoco podía hacer más.
A penas sabía qué sitios frecuentaba, o dónde vivía, o si tenía trabajo, amigos, familia…así que, si no le había pasado nada quería pensar que volvería a dar señales de vida sólo cuando él quisiera.
Poco a poco siguieron pasando las semanas dando paso a algunos meses y ella, cada vez encontraba más motivos para vivir los días a plena luz del día:
Retomó sus clases de pintura…hace años solía ir a una academia pequeña de barrio en la que comenzaba a dar sus primeros trazos y quizá, motivada por el interés que mostró Damián sobre sus cuadros volvió a ellas. Comenzó a cambiar sus costumbres nocturnas. Cada vez iba menos a la Fábrica de los Sueños, quizá porque aunque no había conseguido olvidarlo ya había perdido la esperanza de volver a encontrarse con él.
También intentó retomar la relación con varias amigas que había dejado atrás en el camino, lo que le costó al comienzo, pero poco a poco consiguió entrar en sus rutinas y las veía varias veces a la semana. La Gata Negra también desempolvó aquellos libros de su estantería que aún no había llegado a leer, y con ellos pasaba en compañía muchas tardes…
La vida de la Gata iba tiñéndose de matices de normalidad, de aquellos pequeños detalles que hacen que las pequeñas cosas sean todo lo importantes que cada uno quiere que sean. Aprendió, sin darse cuenta, que cuanto más lentamente caminaba sin pensar en Damián, tanto más deprisa avanzaba…y así fue avanzando su vida.
Algunos días, encontraba en ella su peor versión. Esos días no quería salir de la cama y lo recordaba fuertemente. Durante sus encuentros con él a penas había podido decir alguna palabra, y habría tenido tanto que decirle… Le pareció que ahora que había vuelto a encontrar a alguien especial lo había perdido para siempre y de verdad. Pensaba que habría podido hacer por él lo que hubiera hecho falta pero ahora ya era tarde. Creía que si Damián le hubiera dicho “ven”, como en la canción, lo hubiera dejado todo…pero él nunca se lo dijo.
Otros días en los que la Gata no estaba para nadie hubiera deseado que alguna amiga la hubiera visitado simplemente para sentirse acompañada, pero esa compañía ya sólo la tenía cuando era ella quien la buscaba. Había descuidado tantas cosas que, aunque había conseguido recuperar partes de algunas cosas perdidas, otras ya eran muy difíciles de recuperar. Y es que hay cosas tan frágiles que pueden llegar a romperse, ya sea por exceso o por defecto.
La primavera ya estaba en las calles. La bendita primavera con su maldita astenia primaveral. De ahí que algunos días el estado de ánimo de la Gata cursara como aquél trastorno bipolar, con días de depresión alternados con sus días de desmesurada euforia.
Una tarde, allá sobre las 19:30, cuando la Gata Negra llegaba de una de sus clases de pintura y cuando iba a abrir la puerta de su casa, vio una nota que asomaba tímidamente por abajo.
Ya no sabía el tiempo que había pasado. De aquellos días donde la humedad mojaba las calles por las que paseaba a estos en los que los jardines estaban radiantes había pasado mucho tiempo, pero inevitablemente lo primero que pensó fue en si sería esa nota de Damián.
¡Estaba segura de ello!