En un lugar de tu espalda,
cuyo nombre ni sé ni me importa,
me perdí hasta las tantas
como un tonto a deshora.
Y anduve por allá lento,
y aproveché el empujón del viento
para peder el tiempo.
Entonces vi a Doña Ganga,
que con su sonrisa de buena
decía que era mala…
y volaba sin alas.
Pasaba los días como el capote
de un torero con miedo a la sangre.
Entonces conoció a Don Cipote
y se lo llevó a la calle.
Y miraron al cielo,
y contaron los rayos por cientos
mientras leían un cuento.
A falta de algo juntaron sus caras
y los labios se pegaron
como un sello a una carta
que no dice nada.
(06.03.2011)
cuyo nombre ni sé ni me importa,
me perdí hasta las tantas
como un tonto a deshora.
Y anduve por allá lento,
y aproveché el empujón del viento
para peder el tiempo.
Entonces vi a Doña Ganga,
que con su sonrisa de buena
decía que era mala…
y volaba sin alas.
Pasaba los días como el capote
de un torero con miedo a la sangre.
Entonces conoció a Don Cipote
y se lo llevó a la calle.
Y miraron al cielo,
y contaron los rayos por cientos
mientras leían un cuento.
A falta de algo juntaron sus caras
y los labios se pegaron
como un sello a una carta
que no dice nada.
(06.03.2011)
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