viernes, 11 de febrero de 2011

“La Gata Negra" (Capítulo 11)


…y cuando estaba a punto de leerla un fuerte golpe en la cabeza la hizo perder el conocimiento.

Alguien se había escondido de forma que en su registro, habitación por habitación, había pasado totalmente desapercibido y justo cuando se disponía a leer la nota aprovechó para salir de su escondite y golpearla.

¿Por qué en ese preciso momento? Quien la había golpeado no quería que leyera la nota…o quizá eligió el momento en el que estaba distraída para atacarla.

Fuera como fuese lo había hecho. Al despertar, la Gata Negra no recordaba nada pero tenía un fuerte dolor de cabeza que poco a poco la hizo darse cuenta de lo que había pasado. Cuando recobró la serenidad quiso coger aquella nota pero ya no estaba, y los cajones de su mesita estaban fuera de su sitio volcados sobre la cama. El gato o la gata que había registrado su casa se llevó la nota que recogió en el callejón aquella noche y la libreta que encontró al salir de la Fábrica a los pies de aquellas escaleras de caracol. En ese momento supo que el autor del crimen, del que sólo pudo ver su sombra, la había visto y ahora había ido a por ella.

La Gata dejó pasar varios días. Mandó cambiar y reforzar sus cerraduras. Aunque sabía que no las habían forzado no quería dejar una posibilidad para que pudieran abrir la puerta nuevamente. Quiso ir a casa de alguna amiga pero no tenía relación con nadie que no fuera de la noche…excepto con Pardo, pero él ya había recomendado a la Gata ir a denunciar lo que había visto y no le había hecho caso. No tenía ganas de que la recriminara nuevamente.



Era martes, los días habían pasado al contrario que la preocupación que tenía. Ya no quedaban señales del golpe que había recibido pero no podía quitarse de la cabeza lo ocurrido. Seguía asustada, no tenía a nadie a quién poder contarle aquello. Descartada la opción de ir a denunciar lo sucedido, para evitar la posibilidad de que pudieran relacionarla con el crimen del callejón, y de ir a ver a Pardo, decidió no hacer nada.

Cuando comenzó a anochecer salió de casa. Quería tomar algo para intentar abstraerse pero no quiso ir a la Fábrica. Aunque había estado bastante ocupada pensando en encontrar posibles soluciones, una parte de ella seguía pensando en la relación que había encontrado entre algunas partes de todo aquello con la aparición del misterioso gato. Por un lado quería ir para encontrarse con él. Se decía a sí misma que no podía tener nada que ver. Su forma de pensar, de ver las cosas, de hablar, de callar…no tenía sentido. Por otro lado mantenía esa sospecha, ese temor por si el gato que mató a la joven gata había sido el mismo que había conseguido que quedara atónita durante horas la noche de la Fábrica…



Decidió ir al “Clandestino”, un local que como el nombre hace sospechar no muchos conocían. Se encontraba en el sótano de un viejo edificio abandonado. Se accedía por unas escaleras que había en un callejón y no tenía ni luces ni carteles en el exterior.


En el Clandestino solían ir gatas y gatos que tenían o habían tenido problemas con la justicia. Gatas callejeras, astutos gatos que se dedicaban a robar, gatas y gatos que vivían de vender drogas o actuar como intermediarios en algún negocio turbio…pero nunca iban allí gatos con delitos tan graves como un asesinato. Entonces, ¿Por qué la Gata Negra había ido al Clandestino?

Hace mucho tiempo, antes de que la Gata tuviera aquella lejana relación, las compañías que tenía no eran de lo más recomendable. Durante muchos años había jugado mano a mano con las drogas y por ellas había hecho prácticamente de todo. Por eso, de aquél entonces aun hoy mantenía algunos conocidos y era bien recibida en el local.

Después, conoció a ese gato que, aunque al terminar con su historia le rompió el corazón, en aquél momento fue quien la alejó de todo ese mundo.



Ya estaba frente a la puerta. La golpeó y esperó. Al cabo de unos minutos una pequeña ventanilla se abrió intuyéndose tras los barrotes unos ojos de un gran gato. Una vez la reconoció cerró la ventana y abrió la puerta.


La Gata Negra entró al Clandestino. Como siempre, aquella oscuridad servía de abrigo a los que no lo encontraban a plena luz del día. No había muchos gatos…ni hacían falta más. No quería estar con nadie, solamente tomarse su copa de siempre – el Clandestino fue el lugar donde bebió por primera vez la Sangre Pirata – y perderse bajo el ambiente que se respiraba.


Dejó pasar el tiempo como quien ve pasar las nubes sobre su cabeza, y sin darse cuenta la noche del martes dio paso al miércoles.


Era de madrugada. Vio pasar, uno a uno, a todos los que iban y venían. No habló con nadie, sólo escuchó y observó cada pequeño detalle. Cuando quiso prestarse atención así misma y a la hora que era ya estaba muy borracha. Casi había conseguido olvidar al misterioso gato, a la gatita muerta…incluso lo sucedido en su casa. El alcohol había logrado lo que precisamente ella quería que lograra.

Estaba tan borracha que ya no se quería tomar más copas. No se encontraba del todo bien.


Después de pagar, la Gata se dirigió a la puerta. Esa noche, a diferencia de la mayoría de las noches que salía, ningún gato se acercó a ella, como si hubieran intuido su reacción de antemano.


Salió a la calle. La noche, como las últimas noches que había salido, era fría y las calles estaban empapadas por la humedad como si hubiera llovido. Su malestar no impidió que el camino hacia casa lo hiciera rápidamente…como si huyera de alguien…


En un momento dado, cuando aun estaba a algunas manzanas de su casa comenzó a sentirse extraña. Sintió como si alguien la estuviera siguiendo pero miró varias veces y no vio a nadie.


Siguió su camino y esta vez escuchó algún ruido a sus espaldas pero al girarse nuevamente no vio a nadie.


La Gata Negra cada vez caminaba más rápido. Los sobresaltos que había provocado su subconsciente la habían hecho sentir muy incómoda…pero, ¿había sido su subconsciente?


Ya estaba próxima a su casa cuando escuchó un grito a muy poca distancia de allí. Volvía a parecer la voz de una joven gata… ¡Como la otra vez!


En esta ocasión la Gata lo tuvo claro. Aligeró su paso y fue corriendo hacia su casa. Esta vez no quería implicarse. No sabía el porqué de esos gritos y en ese momento tampoco lo quería descubrir.

A sólo dos calles de su edificio giró una esquina y entonces lo vio. Se encontró frente a frente con el misterioso gato y el susto la hizo caer al suelo golpeándose en la cabeza.


La Gata quedó inconsciente y cuando despertó apareció acostada en su cama.

2 comentarios:

  1. Cada vez es más interesante la historia. Espero la próxima parte!. :)

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  2. Esta vez me he retrasado un poco pero el martes estará el Capítulo 12. Un saludo!

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